Morelia, Michoacán (OEM-Infomex). – Aunque el papel de Michoacán no fue tan protagónico en la Revolución Mexicana como en la época de la Independencia de México, siempre estuvo expectante de lo que acontecía a nivel nacional y de las consecuencias que se generaban para la región del Bajío.
Y es que el historiador y catedrático de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), Jaime Reyes Monroy, explicó que la cuestión del poder estaba más centrada en la Ciudad de México, mientras que en el norte del país se tenían intereses económicos fuertes en el sector obrero y agrario, que a la larga derivaron en el inicio de la lucha armada.
“Si bien Michoacán era un estado con una presencia agraria importante, la parte obrera no estaba tan reflejada, aparte había una tradición de gobiernos porfiristas y para ese momento, Aristeo Mercado era quien estaba al frente del poder”.
No obstante, relata que a partir de 1911 con la salida de Porfirio Díaz, aparece el primer personaje importante en la entidad: Salvador Escalante. Este subprefecto de la región se proclamó a favor de Francisco I. Madero y comenzó una travesía revolucionaria en Santa Clara del Cobre, Ario de Rosales, Tacámbaro, Pátzcuaro y finalmente Morelia.
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“Ante el panorama, Aristeo Mercado tuvo que solicitar licencia y retirarse, al no tener gobernador en Michoacán, empiezan una época de inestabilidad política donde pasaron al menos seis gobernadores en un periodo corto, entre ellos Miguel Silva, quien más adelante comenzaría a darle forma política al movimiento revolucionario”.
Refiere que precisamente fue el grupo de los “Silvistas” quienes se empezaron a disputar el poder en el estado, pero en el año 1913, con la insurrección de Victoriano Huerta, aparecen otros movimientos revolucionarios, como el que encabezó Gertrudis Sánchez.
Este personaje se va proclamar contra el nuevo dictador y un año después toma la capital michoacana, justo cuando Victoriano Huerta se hacía del poder. A la par, comenzaron a surgir movimientos a nivel nacional de alto impacto como fueron los “villistas”, “zapatistas” y “carrancistas”.
“La revolución se va desarrollando en el resto del país y por ende, va teniendo consecuencias en Michoacán, sobre todo por la alternancia de diferentes gobernadores. Hay que decirlo, aquí en el estado sí tuvieron influencia el villismo y el zapatismo, pero siempre en menor medida a comparación de otras entidades”.
Jaime Reyes Monroy expone que los personajes que buscaron proclamarse líderes de estos movimientos en Michoacán, se quedaron cortos y no cumplieron con las expectativas. Uno de los casos que califica como uno de los más tristes, fue el de José Inés Chávez García.
Aunque este militar se hacía llamar “villista”, el historiador evidencia que se trataba más que nada de un bandolero que se dedicaba a saquear y violar mujeres en su camino, por lo que su influencia en Michoacán fue limitada y dejando un mal sabor de boca.
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Pero si se busca una contraparte que dignifique el movimiento en Michoacán, se ejemplifica el caso de Martín Castrejón, quien tras la muerte de Francisco I. Madero, se levantó en armas en Ario de Rosales para coadyuvar en el llamado “Plan de Guadalupe”, que era la bandera constitucionalista.
Una de las batallas épicas de este personaje, se dio en el municipio de Uruapan, cuando a lado de Joaquín Amaro, asaltaron el municipio con sus armas en la madrugada del 24 de junio de 1913. Posteriormente, Martín Castrejón se convertiría en diputado electo del Congreso Constituyente.
Si bien los resultados de toda la lucha revolucionaria no se reflejaron en lo inmediato dentro del estado, para Jaime Reyes los frutos en la vida política se presentarían años después con la aparición de un personaje emblema: Lázaro Cárdenas del Río. Pero esa es otra historia.