Morelia, Michoacán, (OEM-Infomex).- El museógrafo mexicano, Iker Larrauri, afirma en su ensayo Curas, curanderos y curadores en los museos (2007) que los vocablos curador y curaduría se incorporaron a la museología en la década de los setenta del siglo pasado, pero “no fueron aceptados con facilidad ni con simpatía porque sus significados más conocidos están asociados a actividades ajenas a la labor de los museos, como son la medicina y el sacerdocio católico”.
El curador, dice Larrauri, es el investigador que conoce y estudia los temas y los materiales que dan motivo a la existencia y determinan las funciones de un museo. Para esto aplica los conocimientos de su especialidad y contribuye de esta manera a la conservación y divulgación de estos temas y materiales. Sus actividades, afirma, se orientan en dos sentidos, por una parte, la organización, control y manejo de las piezas que forman las colecciones, y por otra, su estudio, identificación y clasificación para conocer e interpretar el significado de éstas.
En El (sano) oficio de curar, Félix Suazo asegura que el curador es “a menudo confundido por los profanos como un terapeuta raro venido a menos para curar no se sabe qué patología del arte y otras veces entendido, sencilla y llanamente, como un sujeto que organiza exposiciones”. En tanto, para Cuauhtémoc Medina, la figura en cuestión “es el amalgamamiento de una serie de funciones anteriormente diversificadas en un territorio vago, cambiante, móvil y multifuncional”.
Sin embargo, como sucede en muchos otros rubros de la cultura y el arte, no es lo mismo ser curador en París que en Nueva York, en la Ciudad de México que en Morelia. Para saber si en una ciudad como ésta un curador tiene oportunidad de trabajar, platicamos con dos expertos: Erandi Ávalos y Juan Carlos Jiménez Abarca, ambos con una trayectoria importante que los tiene como parte de la más reciente edición de la bienal FEMSA.
Curadora de tiempo completo
“Hay gente que ha hecho trabajo curatorial pero no se asume como tal, a veces pareciera que esta figura es muy pesada para nombrarnos así”, nos dice Erandi, cuyo más reciente trabajo es la exposición El universo sonoro del Jaguar, en torno al músico Jorge Reyes, que se exhibe actualmente en el Centro Cultural Clavijero. Afirma que en Michoacán no existe desde la institución un lugar fijo para el curador, pues ningún museo cuenta con esa área permanente. Ávalos es quizá la única michoacana que le ha apostado todo al oficio de la curaduría, lleva años trabajando de manera independiente, presentando proyectos profesionales, algunos concluidos y otros tantos que se quedan en el papel. “El curador independiente tiene un trabajo muy pesado, porque ve desde la propuesta artística hasta la búsqueda de recursos, lo que puede desanimar a cualquiera, yo creo que hay que ser muy valiente o muy ingenuo para resistir este camino en un estado como Michoacán”.
La también responsable de curar el proyecto Impulse (2019) destaca que esta figura cobra fuerza a partir de la segunda mitad del siglo pasado, aunque siempre ha existido la función de elegir, preservar, organizar, registrar y catalogar bienes artísticos. Actualmente, el personaje curatorial puede seguir la línea museográfica de la institución para la cual trabaje, y en este caso no se preocupan por la búsqueda de recursos. Eso cambia cuando se trabaja desde la independencia, pues habrá que invertir tiempo e imaginación en buscar espacios, recursos, relaciones públicas y muchas otras variantes. “Entre más bagaje cultural tenga un curador, mejor puede cumplir con su función”, afirma Ávalos, quien acepta que en algún tiempo se le mitificó a esta figura.
¿Qué hace entonces el curador cuando le encargan presentar una obra? A la pregunta, así responde la michoacana: “No sólo se encarga de la logística, sino de todo el contenido estético, ideológico e histórico, generando contenidos y discursos”. Asume que en Michoacán se tiene un campo fértil para que haya mucho más profesionales de la curaduría, “hay muchas áreas, periodos, temas y artistas que necesitan ser expuestos y divulgados a través de la mirada de un curador”, subraya, al tiempo que le sorprende que en el estado no haya mucho más gente que se quiera dedicar a ello. ¿Se les paga bien?, le cuestionamos, y aunque no da cifras, dice que ella vive del oficio, que le apostó todo a la curaduría y no se arrepiente.
La curaduría también es investigación
Juan Carlos Jiménez Abarca dice que en un sentido muy práctico la curaduría produce exposiciones, pero en el aspecto disciplinario es una crítica de la cultura y de sus fuentes. “Una exposición puede estar armada en torno a identificar o a problematizar un elemento de la literatura artística, por ejemplo, problematizar un momento de la historia del arte, y a través de un ejercicio curatorial hacer una revisión histórica y plantear si las cosas fueron como se han planteado en las fuentes o es algo diferente”. En ese sentido, afirma Abarca, la curaduría es investigación y se aparta de la farándula. Se vuelve un tema de crítica de la cultura e incluso se cruza con ideologías y escuelas de pensamiento, por lo que podemos ver curaduría feminista, marxista, disidente, etcétera.
Quien fuera director del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce (MACAZ) sostiene que se puede ser curador y combinarlo con otras actividades relacionadas con el arte, “es difícil encontrar un perfil de curaduría que no se involucre además en la escritura, en la divulgación, en la gestión; hay quien quiere hacerlo desde su escritorio, pero en la realidad tiene que hablar con gente, gestionar, incluso meterse en cuestiones administrativas, generar metas, cumplir compromisos institucionales, transparentar, porque sí, hay forma de hacer curaduría fraudulenta, caer en conflictos de intereses”.
Cuando se robustece la infraestructura cultural provoca que la figura del curador cobre mayor importancia, asegura Jiménez Abarca, pero ataja que el sistema institucional ha provocado que se mezcle con otras actividades como los promotores culturales, “la promotoría puede ser vista como curaduría, pero sin compromiso ideológico”. Concuerda en que el curador hace divulgación y ayuda al público que visita un museo. Incluso, cuando su nombre aparece en los créditos, la gente ya puede identificar a un responsable del montaje, cosa que no ocurre cuando solo la institución es la que se responsabiliza.
Reconoce que por muchos años las exposiciones que llegaban al estado, sobre todo a Morelia, ya incluían a curadores comisionados. Sin embargo, la reciente aparición de la asociación Los Amigos del Clavijero ha comenzado a contratar a estos perfiles en lo local. “La Secretaría de Cultura de Michoacán (Secum) también está haciendo sus esfuerzos, pero vive una realidad financiera tan desfavorable que no ha podido pagar contratos que realizó el año pasado”. Afirma que en Michoacán sí hay condiciones para que el trabajo curatorial se expanda, “hay suficientes museos públicos, centros culturales, espacios autónomos e independientes, escuelas de arte y de historia del arte, con generaciones cada vez más abundantes que necesitan trabajo”. Entre las referencias de curaduría en la ciudad, aclarando que la mayoría han tenido el papel de la promoción, menciona a personajes como Vicente Guijosa, Marco López Prado, Argelia Castillo y desde luego Erandi Ávalos.
La institución
Responsable de Vinculación e Integración Cultural de la Secum, la funcionaria Andrea Silva Cadena remarca que en años recientes se ha fortalecido el vínculo entre esa institución y los curadores locales. “Poco a poco la figura ha cobrado más fuerza, y lo hablo no solo por lo que pasa en el estado, sino en general. En nuestro caso ya tenemos identificados a algunos curadores que trabajan muy bien, que hacen propuestas de proyectos y generamos contratos con ellos”. Habla de su experiencia con Juan Carlos Jiménez Abarca, quien se encargó de curar dos exposiciones en homenaje a Francisco Rodríguez Oñate. También de Erandi Ávalos y su labor en Impulse, la exposición colectiva de artistas outsiders que se montó en el MACAZ.
La Secretaría de Cultura tiene a su cargo el Museo del Estado de Michoacán, el de Arte Colonial, el Museo Casa Natal de Morelos, el propio Alfredo Zalce, el Museo de Tzurumútaro, el Excolegio Jesuita, el Centro Regional de las Artes e incluso la Casa de la Cultura de Morelia. Silva Cadena promete que esa Secretaría generará cada vez más trabajo conjunto con los curadores y aunque reconoce que los honorarios que se ofrecen están muy lejos de mercados como los de la Ciudad de México, por lo menos es el inicio de una dupla necesaria.
Hay gente que ha hecho trabajo curatorial pero no se asume como tal, a veces pareciera que esta figura es muy pesada para nombrarnos así
Erandi Ávalos. Curadora
DATO
Como sucede en muchos otros rubros de la cultura y el arte, no es lo mismo ser curador en París que en Nueva York, en la Ciudad de México que en Morelia