Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Si algún hilo conductor se puede encontrar en el programa 6 de cortometrajes en competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia es el mal, el diablo, el demonio que se mete donde no lo llaman.
En Pinky Promisse, de Indra Villaseñor, el demonio arriba con uno de sus pecados favoritos: la tentación, y si es por el sexo, mucho mejor. En una secundaria se rumora que cierta alumna ya ha perdido la virginidad, por lo que las voces casi en sigilo afirman que “aquí huele a puta”, sentencia más que suficiente para atormentar a la víctima de bullying.
Sin embargo, en donde el verdadero Belcebú se asoma es en La Boca del Diablo (Gabriela García Rivas, 2020). Rata es un niño como tantos otros en un pueblo migrante: dice groserías, se junta con chamacos vagos, su padre está ausente y su mamá se preocupa por todo. En ese entorno, existe la tentación de acudir a un paraje solitario porque se cuenta que ahí se aparece el diablo, así que Rata acuerda con sus cuates verlo de frente, sin miedo. Lo que no sabe es que en dicho baldío no estará nadie con cuernos y cola, sino seres terrenales mandando a alguien directo al infierno.
Chikon Nindo y los cazadores, de Litay Orteg, nos cuenta cómo el modelo neoliberal ha mandado al diablo a la naturaleza. A través de un cuento milenario narrado en la sierra de Oaxaca, sabremos que en la cultura mazateca a la montaña se le preserva, se le cuida, se le ama, y no todo lo contrario, como lo hacen los demonios del gran capital.
En ¡Viva el pueblo!, de Nicolás Torres Payán, un niño milagroso es capaz de curar enfermos y resucitar a los muertos, como el mismo antagónico de Satanás. Empero, en ese pequeño pueblo lleno de fanatismo religioso, también habrá linchamientos públicos contra quien, se cree, ha sido invadido por el Chamuco.
El programa de cortometrajes se proyecta en las salas de Cinépolis, además de las plataformas de Filmin Latino, Cinépolis Clic y Canal 22.