/ viernes 4 de diciembre de 2020

En la FIL, Millás y Arsuaga hablan sobre su nuevo libro

“La vida contada por un sapiens y un neandertal” fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

Morelia, Michoacán. (OEM-Infomex).- Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) es un paleantropólogo que comparte sus conocimientos de ciencia como si fuera un novelista. Juan José Millás (Valencia, 1946) es un narrador enamorado de la ciencia, pues su padre fue un inventor que fabricaba aparatos de electromedicina.

La combinación de ambas personalidades se refleja en el libro La vida contada por un sapiens y un neandertal (Alfaguara, 2020) presentado esta semana en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuyas actividades han sido transmitidas por redes sociales.

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Con el divulgador José Gordon como moderador, científico y novelista explicaron cómo escribieron este libro en el que el primero se asume como sapiens y el otro como neandertal.

“Recuerdo que cuando era niño vi un documental sobre neandertales; ahí estaba dibujada una familia, seres bondadosos, ingenuos, buena gente, mientras que el sapiens era muy astuto, muy zorro… Así que desde mi ignorancia me asumí como neandertal”, confesó Millás, autor de libros como Lo que sé de los hombrecillos.

En tanto, Arsuaga asumió el rol del Sapiens: “Es el animal político, el zoon politikón. Somos animales que están haciendo política, procesando información social, jugando una partida en la que se nos va la vida, una partida desarrollada en el tablero de la vida social. Una especie que desconfía del prójimo, pero que también lo necesita. De esa contradicción es de donde nace nuestra complejidad. Necesitamos vivir en el infierno, porque no hay cielo”.

Millás afirma que el libro funciona porque combina a alguien que dedicado a las humanidades se interesa por la ciencia y a un científico con interés por las humanidades. En otras palabras, “un científico que le hubiera encantado ser novelista y viceversa”.

Foto: Galo Cañas/Ilustrativa | Cuartoscuro

“En un sentido epidérmico -ataja Arsuaga- Millás me divierte, me hace gracia. Las relaciones humanas son como el amor: se parte de la atracción y ya luego le pones capas. El proyecto se planteó en una comida, pero de ahí no hubiera pasado si no nos hubiera causado gracia. Vaya, no teníamos necesidad de escribirlo, ni económica ni profesional, los ejes de nuestra actividad son otros, pero la pasábamos bien. Esto funcionó por eso, de lo contrario, no hubiéramos hecho una segunda salida; si los autores no se la pasan bien, el lector tampoco”.

El intercambio de halagos fue contestado por Juan José Millás, quien no dudó en decir que Arsuaga es un gran narrador, “un hombre capaz de asociar cosas que están en apariencia muy alejadas. (Ernesto) Sabato decía que un buen escritor es capaz de ver que la luna que no cae y la piedra que cae son la misma cosa”.

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Para el científico que tiene doctorado por la Complutense de Madrid, la novela es una aproximación a la mente primitiva, la mente natural donde no existen los opuestos. “Siempre he huido de la dicotomía, de lo binario. En el pensamiento mágico todo es un continuo, todo relato ancestral es caótico. En la mentalidad auténtica, o genuina, todo se confunde entre lo imaginario y lo que pasó, entre lo vivo y lo muerto, lo animal y lo sobrenatural, si uno se mueve ahí, de alguna forma está retratando mejor el mundo primitivo”.

Lo contradictorio, continúa Arsuaga, “es que ese no es mi trabajo, porque soy científico. Mi labor es que todo sea lógico, cuantificado, mi labor cotidiana es antinatural, y lo natural es lo otro: cuando salgo de aquí mi vida es caótica, todo es una masa. Eso es más humano que la ciencia”.

Sobre la descripción de la obra, cada uno tiene sus propias impresiones. Para el madrileño, “es un libro de formas curvas, sin líneas rectas, es un libro blando, si lo tuviese que representar, es un objeto mullido, deformable. No tiene esqueleto, lo imagino con formas cambiantes, algo onírico”

Y Millás lo confiesa: “El libro lo he escrito como si me hubiese tomado un ácido, tenía la impresión de estar bajo un estupefaciente, porque la realidad se tornaba de muchos colores, con unos contornos sobresalientes, todo era raro, fantástico”.

Morelia, Michoacán. (OEM-Infomex).- Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) es un paleantropólogo que comparte sus conocimientos de ciencia como si fuera un novelista. Juan José Millás (Valencia, 1946) es un narrador enamorado de la ciencia, pues su padre fue un inventor que fabricaba aparatos de electromedicina.

La combinación de ambas personalidades se refleja en el libro La vida contada por un sapiens y un neandertal (Alfaguara, 2020) presentado esta semana en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuyas actividades han sido transmitidas por redes sociales.

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Con el divulgador José Gordon como moderador, científico y novelista explicaron cómo escribieron este libro en el que el primero se asume como sapiens y el otro como neandertal.

“Recuerdo que cuando era niño vi un documental sobre neandertales; ahí estaba dibujada una familia, seres bondadosos, ingenuos, buena gente, mientras que el sapiens era muy astuto, muy zorro… Así que desde mi ignorancia me asumí como neandertal”, confesó Millás, autor de libros como Lo que sé de los hombrecillos.

En tanto, Arsuaga asumió el rol del Sapiens: “Es el animal político, el zoon politikón. Somos animales que están haciendo política, procesando información social, jugando una partida en la que se nos va la vida, una partida desarrollada en el tablero de la vida social. Una especie que desconfía del prójimo, pero que también lo necesita. De esa contradicción es de donde nace nuestra complejidad. Necesitamos vivir en el infierno, porque no hay cielo”.

Millás afirma que el libro funciona porque combina a alguien que dedicado a las humanidades se interesa por la ciencia y a un científico con interés por las humanidades. En otras palabras, “un científico que le hubiera encantado ser novelista y viceversa”.

Foto: Galo Cañas/Ilustrativa | Cuartoscuro

“En un sentido epidérmico -ataja Arsuaga- Millás me divierte, me hace gracia. Las relaciones humanas son como el amor: se parte de la atracción y ya luego le pones capas. El proyecto se planteó en una comida, pero de ahí no hubiera pasado si no nos hubiera causado gracia. Vaya, no teníamos necesidad de escribirlo, ni económica ni profesional, los ejes de nuestra actividad son otros, pero la pasábamos bien. Esto funcionó por eso, de lo contrario, no hubiéramos hecho una segunda salida; si los autores no se la pasan bien, el lector tampoco”.

El intercambio de halagos fue contestado por Juan José Millás, quien no dudó en decir que Arsuaga es un gran narrador, “un hombre capaz de asociar cosas que están en apariencia muy alejadas. (Ernesto) Sabato decía que un buen escritor es capaz de ver que la luna que no cae y la piedra que cae son la misma cosa”.

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Para el científico que tiene doctorado por la Complutense de Madrid, la novela es una aproximación a la mente primitiva, la mente natural donde no existen los opuestos. “Siempre he huido de la dicotomía, de lo binario. En el pensamiento mágico todo es un continuo, todo relato ancestral es caótico. En la mentalidad auténtica, o genuina, todo se confunde entre lo imaginario y lo que pasó, entre lo vivo y lo muerto, lo animal y lo sobrenatural, si uno se mueve ahí, de alguna forma está retratando mejor el mundo primitivo”.

Lo contradictorio, continúa Arsuaga, “es que ese no es mi trabajo, porque soy científico. Mi labor es que todo sea lógico, cuantificado, mi labor cotidiana es antinatural, y lo natural es lo otro: cuando salgo de aquí mi vida es caótica, todo es una masa. Eso es más humano que la ciencia”.

Sobre la descripción de la obra, cada uno tiene sus propias impresiones. Para el madrileño, “es un libro de formas curvas, sin líneas rectas, es un libro blando, si lo tuviese que representar, es un objeto mullido, deformable. No tiene esqueleto, lo imagino con formas cambiantes, algo onírico”

Y Millás lo confiesa: “El libro lo he escrito como si me hubiese tomado un ácido, tenía la impresión de estar bajo un estupefaciente, porque la realidad se tornaba de muchos colores, con unos contornos sobresalientes, todo era raro, fantástico”.

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