Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- “Nunca más el uso de cine indígena como una frase de exclusión”, afirmó María Novaro, directora del Instituto Mexicano de Cinematografía, al inaugurar el Foro Cineastas Indígenas Mexicanas en el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).
Este foro representa la continuidad de un espacio que el encuentro moreliano ha realizado desde 2007, donde se busca visibilizar y discutir acerca del trabajo audiovisual desarrollado desde las comunidades originarias del mundo. En esta ocasión, la jornada de dos días se ha dedicado exclusivamente a mujeres realizadoras, todas inscritas en la competencia oficial del FICM.
“El caso de Yalitza Aparicio da orgullo, pero sirve poco a las comunidades indígenas”
Una de ellas es Ángeles Cruz, quien luego de un paso firme como actriz debutó en la dirección con el cortometraje La Tiricia o cómo curar la tristeza, ganador del Ariel en 2012. Nacida en la comunidad mixteca, Cruz ya acumula muchos festivales y diversos premios internacionales, además se encuentra en la etapa de posproducir su primer largometraje.
Según Cruz, este tipo de foros sirve para complementar las diferentes voces y dar visibilidad al trabajo realizado, aunque aclara: “Esto no significa que no haya antecedentes, llevamos muchos años construyendo nuestras propias historias”.
Cuestionada sobre si existen adversidades en el cine mexicano para mujeres, y especialmente para indígenas, ataja: “En este país ser mujer es peligroso, y estamos en un país súper racista, a eso debes enfrentarte en todos los niveles, desde la calle hasta cualquier trabajo”.
"En nuestras comunidades hay poco acceso a la educación; a lo mejor piensan que no necesitamos universidades, y aún así, si revisas nuestras trayectorias, encontramos la manera de lograrlo, comienza por un proceso de migración interna, salir de tu pequeña comunidad para concluir la primaria, y de ahí irse alejando más hasta ser profesionista. Pero sí, ser mujer y ser indígena implica que te costará el doble".
Finalmente, añadió que el caso de Yalitza Aparicio da orgullo pero sirve de poco a las comunidades indígenas.“Lo que nos funciona es el día a día, la parte mediática se diluye”.
Segunda generación de cineastas indígenas
Originaria de la comunidad zapoteca Guelatao de Juárez, en Oaxaca, Luna Marán presenta en el FICM el largometraje Tío Yim, el encuentro familiar con la historia de un filósofo zapoteco, su propio padre.
“Vengo de un proceso de apropiación comunitaria; mis padres y mis tíos fueron parte de una primera generación que se apropia de las herramientas audiovisuales para construir sus propias historias. Crecí con cámaras desde los nueve años, lo que significa que llevo 24 de experiencia. Lo que narro se inserta en una segunda generación que crece con mucho orgullo de lo que significa la autorrepresentación.
"Reconstruir nuestras historias es un ejercicio humano muy necesario, siempre lo estamos haciendo, resulta incluso inevitable. Ahora queda heredar a una tercera generación con nuestros conocimientos, pero sobre todo con nuestro orgullo. Si revisamos la representación del cine mexicano, los indígenas aparecen como el jodido, la víctima o el villano, los que estamos jodiendo el desarrollo de este país".
Tío Yim ya se ha presentado en festivales de Guanajuato y Durango, pero su objetivo será encontrar el estreno internacional.
"Hay que tener cuidado con esas muestras especiales que etiquetan a lo indígena"
María Sojob es de Chenalhó, Chiapas, con licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Maestría en Cine Documental por la Universidad de Chile. Al FICM llega para presentar “Tote_Abuelo”, largometraje que a manera de metáfora pone en cuadro a un anciano ciego con su nieta, ambos tratando de tejer un sombrero tradicional y desenredar su propia historia.
“Fue muy difícil para mí elegir estudiar una carrera como Ciencias de la Comunicación, pues rompí con la casi obligatoria vida de maestra rural. Me considero una persona privilegiada porque mi familia me dio todo el apoyo que necesitaba, y es que mi propia madre tiene una historia de rebeldía, cuando a los trece años no permitió que la entregaran en matrimonio. Elegir una carrera que económicamente es complicada resulta siempre complejo para los papás, porque significa que no aportarás mucho al hogar, ni con comunicación y mucho menos con el cine”.
Su película es un autorretrato, la confesión de partes de una familia que ha experimentado cómo es vivir en una comunidad y el contraste con la ciudad, donde las muestras físicas de cariño son muy expresivas. “Para mí es un conflicto personal, una búsqueda sobre mis raíces y de qué forma seré yo como madre”, comenta.
Añade que no deberían existir etiquetas como la de “cine indígena”, porque en sí mismo resultan excluyentes.
Ojalá que en un momento no sean necesarias secciones aparte, porque nos ponen como si fuéramos anormales, o no mexicanos. Los foros son importantes para conocernos, para intercambiar ideas, pero hay que tener cuidado con esas muestras especiales que etiquetan a lo indígena como algo especial
El Foro Cineastas Indígenas Mexicanas tendrá una segunda ronda este miércoles 23 de octubre en el Teatro José Rubén Romero.