Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre la fecha en que el Templo de Nuestra Señora del Carmen fue construido. Algunos mencionan 1596 y otros 1619, pero más allá de ese dato, lo cierto es que la noche del también histórico 20 de noviembre dicho recinto católico fue la sede para que el chelista norteamericano John-Henry Crawford estrenara una obra del mexicano Federico Ibarra: Concierto para violonchelo y orquesta, para lo cual se conjuntaron con los jóvenes de la Sinfonieta del Festival de Música de Morelia.
Pero antes del acto estelar, la Sinfonieta abrió con la Fanfarria para tres trompetas, del inglés Benjamín Britten, repitiendo así lo que días antes habíamos atestiguado en el patio del Palacio Municipal. Obligados a interpretar a un clásico, a los músicos les fue asignada la muy conocida pieza Las bodas de Fígaro, de Mozart, estrenada el primer día de mayo de 1786 en el Burgtheater de Viena. Ese ambiente festivo sería la antesala para la esperada obra autoría de Ibarra, la cual estremeció a los melómanos morelianos, pues resulta tan oscura que por momentos parecía la banda sonora de una película de terror.
Marcado con tres movimientos (Lentísimo. Allegro, Lento y Presto), el Concierto para violonchelo y orquesta fue, como lo había anticipado el propio John-Henry Crawford, enigmático, primario y visceral, estremeciendo cada rincón de ese pequeño templo ubicado en vecindad con la Casa de la Cultura. La compenetración entre el ganador del Concurso Internacional de Violonchelo Carlos Prieto y los reclutas multinacionales de la Sinfonieta convenció a los presentes, quienes se rindieron en aplausos, dejando para los expertos conclusiones más apegadas a posibles yerros o virtudes técnicas.
Para finalizar el programa con apenas 40 minutos de duración, se escuchó la Suite Reisado do Pastoreio, creación de Óscar Lorenzo Fernández, con lo que concluyó una noche breve pero especial para quienes abrazan año con año al Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez.