Morelia, Michoacán (OEM - Infomex).- El pasado 15 de abril el director mexicano de orquesta Enrique Arturo Diemecke dirigió un peculiar concierto en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en Bogotá, Colombia. Entre la contundente música de Gustav Mahler, interpretada por la Orquesta Filarmónica de Bogotá, estaban más de una veintena de perros en espera de ser adoptados.
Diemecke, un amplio conocedor de la obra de Mahler, hizo sonar la sexta sinfonía Trágica, escrita a principios del siglo pasado (1903-1904), que el propio compositor austriaco consideró que fue “lo más profundo que me ha salido del alma”.
El director mexicano, reconocido por algunos como un filósofo apasionado de la música señala que la sinfonía –La Trágica de Mahler-, “nos ayuda mucho a reconfortar a nuestro espíritu para así sentir que vamos a seguir adelante”.
Así es Diemecke
Se suma a causas que le mueven el espíritu como la música, como la interpretación limpia y perfecta de un violín o la causa noble de una fundación como Laika y Notidanny, encabezado por el youtuber Daniel Samper Ospina, que promovió una iniciativa para adoptar perros que llevaban bastante tiempo en un refugio y que nadie quería por estar mutilados, agredidos y/o viejos.
La música retumbó como homenaje a los perros y un video subido a las redes por la fundación muestra cómo los perros disfrutan el concierto y los asistentes aplauden cada movimiento del maestro exhibe el trabajo de los músicos con pasión.
“Un buen trabajo orquestal se refleja en la respuesta de la música que es la de entender, comprender y arriesgar ; porque muchas veces pasa que no nos arriesgamos. Comúnmente los músicos se empeñan en tocar puntualmente como nos enseñaron y se preocupan por sonar bien y pum, se acabó, y uno dice bueno, sí sonó bien, pero hace falta ir más allá y ver y tocar el interior y ese es el trabajo verdadero, ir al interior, ese que está oculto”.
La música orquestal, la de cámara, dice, debe de mostrar el universo que tenemos todos y que podemos explorarlo “y eso depende de cada persona, porque no somos iguales y ahí es donde radica la maravilla de la vida”.
Para Diemecke, la música de Mozart, por ejemplo, va más allá y con ella podría enseñarse desde matemáticas hasta geografía y debería de ser pilar en las escuelas de todo el mundo, para descubrir el Universo que todos llevamos dentro y que va directo a la sensibilización por el otro, por la vida en cualquiera de sus manifestaciones, como la vida de un perro.
Vivimos ahora tiempos rápidos y bélicos, reconoce, como cuando Jaime Nuno y el poeta potosino Francisco González Bocanegra crearon la letra y su música del Himno Nacional. Pero la música, dice, tiene el poder de cambiar la idiosincrasia y moldear el pensamiento.
“Ya no queremos ser soldaditos, y ahora los mexicanos tenemos que entender que no podemos salir a la calle con la espada y el bidón a matar al otro. Tenemos ahora que expresar con la música el perdón sin dejar de sentirnos orgullosos, sin sentirnos superiores, pero sí orgullosos del lugar donde crecimos y donde vivimos”, esa es la apuesta de la música.
Esa es la misma magia que busca, como cuando logró que luego del concierto en Bogotá en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, fueran adoptados casi todos los perros minusválidos que nadie quería.