Cada año, el 1 y 2 de noviembre, México se llena de color, aroma y tradición para celebrar el Día de Muertos, cuyo origen se remonta a miles de años atrás, antes de la llegada de los españoles al continente americano, aunque después se mezclaron ambas culturas para dar origen a nuestras tradiciones.
Un ejemplo de este sincretismo fue en la comida y las velas, ya que para los colonizadores esto era parte de los ritos que se hacían en las misas y después se integró a los altares de Día de Muertos, según artículos del portal de Gobierno de México.
“Estas tradiciones tienen que ver con preparar el lugar para la llegada de las ánimas que están por venir, que vienen a visitarnos en estas fechas; es recordarlos, es darles la bienvenida y se les ofrece cosas que a ellos les gustaban”, opinó el Maestro Julio Murillo, Jefe de Difusión Cultural en la Universidad Vasco de Quiroga (UVAQ).
Los pueblos adoptaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, el 1 y 2 de noviembre, que coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, dando lugar a lo que hoy conocemos como el Día de Muertos, de acuerdo con el sitio de National Geographic en Español.
En el caso de los mexicas, el culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura: los cuerpos se envolvían en un petate y los familiares organizaban una fiesta donde le ponían comida y bebida, entre otras cosas, ya que el difunto acompañado de un perro, emprendía un largo y difícil viaje al Mictlán, el destino final, según un reporte del sitio web México Desconocido.
“Es una fusión de tradiciones, donde se toman elementos de uso de aquí, como las flores, la tierra, el copal, etcétera, pero también con una intención católica”, agregó Julio Murillo al referirse a la integración de diversas culturas en el Día de Muertos.
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En el siglo XVI, los españoles llegaron a México con nuevas creencias, por lo que intentaron acabar con las tradiciones originales, pero en lugar de esto, lo que se terminó haciendo fue una mezcla de ambas prácticas, como señalan artículos del portal de la UNESCO.
“No es la fiesta por la fiesta, sino un encuentro donde pensemos sobre la muerte, la vida, para que nuestra existencia sea más plena y rememorar con respeto y cariño a los que ya no están aquí”, concluyó Julio Murillo.