Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- La potencia que a lo largo de la historia han tenido las imágenes para aglutinar colectivos y promover la cohesión social a partir de la búsqueda de identidad, fue uno de los temas abordados en el conversatorio organizado por el Centro Cultural UNAM, a propósito de la presentación a distancia del libro Intersecciones de la imagen religiosa en el mundo hispánico.
Luego de hacer un breve recorrido por los autores que a opinión de los panelistas –Vanina Scocchera, Mónica Pulido y Sergi Domènech– fueron sus guías de lectura para adentrarse en la interpretación de las imágenes religiosas, así como de discutir sobre las prácticas de devoción y promoción alrededor de éstas, la investigadora Escardiel González Estévez planteó un contrapunto en el diálogo: actualizar el rol de los historiadores del arte para interpretar y explicar los procesos de iconoclastia contemporánea.
“Con lo que estamos viendo estos días, los casos de iconoclasta derivados de esos movimientos en Estados Unidos a raíz de las muertes violentas de los ciudadanos afroamericanos a manos de policías, tenemos un caso que es heredero de todo lo que venimos trabajando”, dijo luego de advertir que hasta la década de 1990 “la Historia del arte tradicional estuvo concentrada en resaltar únicamente valores estéticos y testimoniales”, limitación que los autores del libro pretenden subsanar, dentro de sus posibilidades.
Advirtió que es necesario salir del ámbito académico, donde la discusión muchas veces se reduce “a una clase o aun congreso” –dijo– “para poder analizar fenómenos que son de rabiosa actualidad” a partir de una “variadísima gama de procesos de resistencia y de confrontación, puesto que no hay un solo capítulo de todos estos procesos que no esté identificado de alguna manera en el caso de la imagen”.
La investigadora sevillana advirtió que limitarse a interpretar la historia americana desde el punto de vista de la confrontación, es desconocer “todo ese abanico de procesos”. Situación que ejemplificó con la polarización de opiniones que se han generado en las redes sociales, a raíz del derribo de estatuas y monumentos –cuyos personajes son despreciados por un sector de la población– en todo el mundo.
Señaló que los historiadores del arte deben ser “capaces de poder informar, desde un punto de vista de la transferencia del conocimiento, para que la gente entienda y sepa cuál es el calibre de esos procesos y así pueda fundamentar su opinión”.