Morelia, Michoacán.- Morelia es conocida por tener en su mayoría del centro histórico de cantera rosa, desde su acueducto, hasta sus principales plazas, templos y conventos, pero lo que más se destaca son las historias y leyendas que aguardan en la ciudad.
Es por ello que te contaremos tres leyendas más conocidas y representativas de la ciudad de cantera rosa. Aunque también si estás interesado en saber de otras leyendas, durante los fines de semana se realizan recorridos de leyendas y que son organizados por jóvenes que se disfrazan como en las épocas coloniales.
Tesoro de la Catedral de Morelia
Una de las leyendas conocidas de la capital michoacana es que hubo un túnel que cruzaba la ciudad desde donde surgía gritos. En ese lugar se cuenta que son lamentos de una banda de ladrones que entraron en la Catedral para robarse las riquezas que abundaban en este lugar.
En tres ocasiones, los ladrones lograban robar sin que nadie se diera cuenta de lo que faltaba del tesoro, por el túnel. Luego de muchos robos, uno de los monjes vio a los tres hombres robando, por lo que dio aviso para atraparlos, pero un temblor ocasionó su derrumbe dejándolos atrapados.
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La pila de la Mulata
Todo moreliano conoce la famosa leyenda de la pila de la Mulata que se encuentra en la calle de Héroes de Nacozari y esquina con Cinco de Febrero.
Esta fuente que pasa desapercibida cuenta una historia, que desde 1873 que fue inaugurada para abastecer agua al barrio de San José.
Sin embargo, la leyenda cuenta que en este espacio fue asesinada una mulata mientras bebía un poco de agua, y quien le quitó la vida fue otra joven que sentía celos por su belleza.
La Mano Negra
Esta leyenda cuenta que el padre Marocho fue un sacerdote y pintor que visitó el Convento de San Agustín. En una noche, se encontraba leyendo en su cuarto, cuando comenzó a escuchar un ruido muy extraño cerca de él.
Con la duda de que ruido era, se acercó para saber de qué se trataba, y lo que vio era un par de manos negras, cuyos brazos se perdían en la penumbra, y se apagó su veladora.
Se dice que en vez de echarse a correr del lugar, el padre dijo en voz alta “ahora para evitar travesuras peores, con una mano me tiene usted en alto la vela para seguir leyendo y con la otra me hace sombra a guisa de velador, a fin de que no me lastime la luz”
Tras decir eso, las manos obedecieron y por la noche sostuvieron la vela e hicieron sombra.
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Cuando ya iba a amanecer, el padre dijo “apague usted la vela y retírese. Si necesito de nuevo sus servicios, yo le llamaré”, así como la primera vez, las manos acataron la orden y desaparecieron.
Con el paso de los días, el sacerdote siguió en contacto con este misterioso ser, durante la noche, las manos ayudaban a leer y en la tarde lo asistían pasándole pinceles para que Marocho pudiera pintar.