Morelia, Michoacán.- Morelia es una ciudad polifacética, llena de cultura, vida nocturna, tradición, gastronomía y mucha historia. Por ser ciudad colonial, sus edificios, calles y plazas albergan grandes relatos, entre las que destacan están las leyendas, aquellas historias que tienen un toque de suspenso y que ponen la piel de gallina. Aquí te contamos la historia de unos frailes de la Casa de la Cultura.
Lo que ahora conocemos como Casa de la Cultura, antes era el Convento del Carmen, un edificio que data de finales del siglo VXI y cuya construcción completa terminó en el siglo XVIII. Albergó a los frailes de la Orden de los Carmelitas y es ahí donde comienza nuestra historia.
La ventana del muerto
Entre los frailes carmelitas que habitaban el convento se encontraba Fray Jacinto del Ángel, un joven alegre y que continuamente realizaba bromas tanto a sus compañeros novicios como a otros frailes, de hecho era conocido como el fraile bromista. Este joven incluso fue castigado, amonestado y amenazado con expulsarlo del convento, pero su actitud no cambió.
En una navidad, otro fraile, de nombre Fray Elías de Santa Teresa, quien era lo contrario a Fray Jacinto, serio y disciplinado, enfermó y finalmente murió. Como era costumbre, los frailes velaban el cuerpo del difunto en oración y con solemnidad. En la noche tocó el turno a Fray Jacinto y a Fray Juan de la Cruz de velar a Fray Elías.
Ambos frailes y el ataúd con el fallecido estaban en una de las salas de velación, un lugar iluminado únicamente con unas cuantas velas. Al pasar de la noche, ambos tenían frío por lo que se propusieron tomar chocolate caliente para mitigar las bajas temperaturas, Fray Juan no quiso quedarse sólo con el cadáver por lo que fue él quien bajó a la cocina a preparar la bebida mientras Fran Jacinto se quedaba arriba a rezar por el alma de su compañero.
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Fray Jacinto no perdió la oportunidad de hacer una broma más y sacó del ataúd a Fray Elías y lo colocó en su silla, mientras él se acomodó en el féretro, simulando ser el muerto, al poco rato entra Fray Juan con dos tazas de chocolate y ofrece una de ellas a su compañero en la silla, de inmediato se da cuenta que es el difunto, por lo que se aterroriza y sale corriendo de la sala.
Detrás de él salió Fray Jacinto para alcanzarlo y tratar de impedir que lo acuse pues esto causaría algún tipo de castigo, ambos corrían por los pasillos del convento, en ese momento el cuerpo de Fray Elías revive, toma un cirio y sale a perseguir a ambos jóvenes, cuando éstos se dieron cuenta trataron de lanzarse por una de las enormes ventanas, sin embargo el difunto alcanzó a Fray Jacinto y en el cuello le apagó la vera que portaba.
Se dice que a la mañana siguiente, los demás novicios hallaron a Fray Elías colgando de la ventana y a Fray Jacinto sin vida y con una quemada en el cuello, mientras que Fray Juan a partir de ese momento no pudo volver a pronunciar palabra alguna.
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