/ viernes 30 de octubre de 2020

Complejo de Edipo y otros vicios

Blanco de verano retrata la fuerte relación entre una madre soltera y un hijo con padre ausente

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– La fuerte relación entre una madre soltera y un hijo con padre ausente es el tema principal de Blanco de verano de Rodrigo Ruiz Patterson, en competencia en la Sección de Largometraje Mexicano del XVIII Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).

Premiada en Málaga este 2020 con el Premio a la Mejor Película Iberoamericana, la exploración psicológica que propone el director a través del triángulo conformado por Rodrigo -interpretado por Fabián Rossi-, su madre Valeria -Sophie Alexander-Katz- y el novio de ésta, Fernando -Fabián Corres-, hace de la ópera prima de Ruiz Patterson un trabajo notable.

Con guiños frecuentes a Freud y su complejo de Edipo, la historia comienza con la descripción del vínculo entre Rodrigo y Valeria, que más que de amor filial pareciese de pareja, cuando la madre acepta incluso que durante las noches el adolescente de trece años vaya a dormir a su cama porque no puede conciliar el sueño.

En esa dinámica y con un código más que establecido, madre e hijo parecen desempeñar roles de marido y amante, circunstancias que cambian de pronto cuando en la fórmula aparece un tercero en discordia: Fernando, “amigo” de Valeria con el que ésta se va de copas y quien poco a poco adquiere mayor relevancia.

Foto: Captura | YouTube

Fernando quiere agradar a Rodrigo y hace cuanto está en sus manos para comunicarse con él, con lo que comienza a llenar el vacío dejado por su padre biológico, Mauricio, quien a lo largo de la cinta es sólo una voz en off que llama alternativamente.

Luego de salir de vacaciones, es como si el chico de trece años, que deambula por las azoteas mientras fuma y que siempre trae consigo un encendedor recargable que utiliza para todo, aceptara el trato; no obstante, al sentir que Fernando se sitúa en el lugar que antes ostentara él no podrá contener sus emociones y las dejará salir de manera explosiva, haciendo que la situación llegue al límite.

La complejidad de los personajes, sus vericuetos y negociaciones, sus caídas momentáneas y sus texturas emotivas, hacen de Blanco de verano un filme muy logrado, cuyo título alude al color que Valeria y Fernando han elegido para pintar las paredes, una vez que este último se mudase a la casa de la madre de Rodrigo.

Con un guion impecable y una dirección de actores correcta, con una fotografía limpia y acertada, buena banda sonora y un ritmo perfecto, Blanco de verano es un trabajo serio y bien narrado que se postula como una de las candidatas a llevarse el Ojo de Javier Marín en la competencia del XVIII FICM.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– La fuerte relación entre una madre soltera y un hijo con padre ausente es el tema principal de Blanco de verano de Rodrigo Ruiz Patterson, en competencia en la Sección de Largometraje Mexicano del XVIII Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).

Premiada en Málaga este 2020 con el Premio a la Mejor Película Iberoamericana, la exploración psicológica que propone el director a través del triángulo conformado por Rodrigo -interpretado por Fabián Rossi-, su madre Valeria -Sophie Alexander-Katz- y el novio de ésta, Fernando -Fabián Corres-, hace de la ópera prima de Ruiz Patterson un trabajo notable.

Con guiños frecuentes a Freud y su complejo de Edipo, la historia comienza con la descripción del vínculo entre Rodrigo y Valeria, que más que de amor filial pareciese de pareja, cuando la madre acepta incluso que durante las noches el adolescente de trece años vaya a dormir a su cama porque no puede conciliar el sueño.

En esa dinámica y con un código más que establecido, madre e hijo parecen desempeñar roles de marido y amante, circunstancias que cambian de pronto cuando en la fórmula aparece un tercero en discordia: Fernando, “amigo” de Valeria con el que ésta se va de copas y quien poco a poco adquiere mayor relevancia.

Foto: Captura | YouTube

Fernando quiere agradar a Rodrigo y hace cuanto está en sus manos para comunicarse con él, con lo que comienza a llenar el vacío dejado por su padre biológico, Mauricio, quien a lo largo de la cinta es sólo una voz en off que llama alternativamente.

Luego de salir de vacaciones, es como si el chico de trece años, que deambula por las azoteas mientras fuma y que siempre trae consigo un encendedor recargable que utiliza para todo, aceptara el trato; no obstante, al sentir que Fernando se sitúa en el lugar que antes ostentara él no podrá contener sus emociones y las dejará salir de manera explosiva, haciendo que la situación llegue al límite.

La complejidad de los personajes, sus vericuetos y negociaciones, sus caídas momentáneas y sus texturas emotivas, hacen de Blanco de verano un filme muy logrado, cuyo título alude al color que Valeria y Fernando han elegido para pintar las paredes, una vez que este último se mudase a la casa de la madre de Rodrigo.

Con un guion impecable y una dirección de actores correcta, con una fotografía limpia y acertada, buena banda sonora y un ritmo perfecto, Blanco de verano es un trabajo serio y bien narrado que se postula como una de las candidatas a llevarse el Ojo de Javier Marín en la competencia del XVIII FICM.

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