Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Sorprendido por la pandemia, el flujo migratorio de población centroamericana hacia México y Estados Unidos, tuvo que enfrentarse con otro gran obstáculo para llegar a su destino. Sin el apoyo de asociaciones civiles y albergues mexicanos, ese camino hubiese sido aún más complicado.
Un panorama difícil –aunque esperanzador– sobre el éxodo centroamericano, fue compartido en la mesa de diálogo “Con pandemia la migración sigue: el trabajo con migrantes desde las organizaciones desde la sociedad civil”, transmitida el día de ayer por medio de una red social del Centro Cultural UNAM de Morelia.
A decir de Guadalupe Beltrán, coordinadora del proyecto Taika, la pandemia supuso un reto para el trabajo con niños, niñas y adolescentes migrantes que habían hasta el momento, dado que “los espacios de acogida se vieron rebasados” a razón de que “los protocolos de salubridad se hicieron más estrictos”.
Con sede en la Ciudad de México, proyecto Taika se dedica a desarrollar “experiencias de inclusión bio-sociocultural con población migrante, a través del acompañamiento con enfoque en Derechos humanos e igualdad de género”, consigna su página web.
A partir de encuentros, capacitaciones e investigaciones, Guadalupe Beltrán y su equipo buscan “visibilizar lo que está sucediendo con la población migrante, relacionándolo con perspectiva de género”.Gracias a talleres de artes plásticas, literatura, trabajo en huertos colectivos y actividades recreativas, apoyan a las familias migrantes en su paso por la capital del país.
Respecto a cómo la pandemia trastocó el trabajo presencial de la organización, explicó que “se vieron obligados a modificar la manera de intervenir”, por lo cual implementaron las redes sociales para trabajar a distancia.
Aunque señaló que desde el mes pasado reiniciaron con las actividades presenciales, dijo que un de los retos impuestos por el Covid-19 es “seguir generando redes de colaboración” para continuar trabajando con la población migrante adolescente, considerada “de atención prioritaria, al estar a mitad del camino entre la infancia y la edad madura”.
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Por su parte, Linda Flores, coordinadora de la Casa del migrante de San Agustín, ubicada en la ciudad de Chihuahua, dijo que pese a ser éste un espacio con capacidad de alojamiento para 80 personas, las restricciones de la pandemia limitó su aforo a no más de 50 visitantes.
“El reto ha sido no tener la casa llena y darle salida a los hermanos de manera digna”, dijo luego de explicar que el hospicio se está ubicado a 500 metros de las vías del tren “donde las personas migrantes suben y bajan”.
Al ser Chihuahua una ciudad de paso, advirtió que esa circunstancia orilla a los migrantes a "tomar decisiones de por dónde se va a cruzar”, razón ésta por la que el albergue busca “darle salida a los hermanos de manera digna y dejarlos permanecer máximo de tres noches”, dijo al precisar que sólo personas enfermas podían quedarse hasta dos semanas.
Además de subrayar que Casa del migrante San Agustín fue el único lugar de alojamiento que no ha cerrado desde que comenzó la pandemia, señaló que las políticas de convivencia, alimentación y limpieza, tuvieron que ajustarse a las necesidades sanitarias.
Los cercos sanitarios tuvieron un gran impacto porque las personas que venían en tránsito y no tenían acceso a la información sobre la pandemia, se sorprendieron y sintieron cierta discriminación… se vieron vulnerables ante estos cercos,aseguró.