Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Uno de los elementos que conforman al núcleo del casco antiguo de Morelia es el Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, lugar por el que ahora desfilan jóvenes estudiantes de una forma similar a como ha ocurrido desde hace siglos, aunque, claro, con diferencias en cuanto a la vestimenta y a que antes sólo podían estudiar los hombres.
Además, el Colegio funciona como recinto histórico-cultural y aloja a la preparatoria número 1 de la Universidad Michoacana, la cual hace referencia en su nombre a uno de los padres de la patria, Miguel Hidalgo, mientras que el San Nicolás vino desde España y de la mano de Vasco de Quiroga.
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Esto lo sabemos gracias a la información compartida por el guía de turistas certificado por la Secretaría de Turismo federal, Gabriel Chávez Villa, quien refirió que el Colegio fue fundado en Pátzcuaro en 1540, justamente por Vasco de Quiroga, para luego ser trasladado a Valladolid en 1580.
Aquí viene el dato histórico, porque San Nicolás de Bari era el santo patrono de Madrigal de las Altas Torres, el pueblo español donde nació Vasco de Quiroga.
Por el Colegio de San Nicolás pasaron personajes de importancia, como Miguel Hidalgo y Costilla, el cual fue maestro, administrador y rector del espacio. Otra cuestión curiosa es el nombre completo de este prócer: Miguel Antonio Gregorio Hidalgo Gallaga Mandarte y Villaseñor.
En este punto, Chávez Villa hizo énfasis en la curiosa forma en cómo se teje la historia, pues contó que al despacho de Hidalgo llegó un día un joven para hablar con él porque quería entrar a estudiar; se trataba de José María Morelos y necesitaba el visto bueno, porque la edad de ingreso al Colegio era entre los 11 y los 15, pero él ya tenía 24 años, por lo que “se puede decir que llegó avanzado en años a diferencia de los otros alumnos”.
Luego de los años de estudio y docencia al igual que de turbulencias políticas en la corona española, en 1810 vino el movimiento de insurgencia, el cual tuvo a Hidalgo y Morelos como dos artífices de la lucha.
En ese entonces el Colegio cerró sus puertas a la cátedra porque fue utilizado como cuartel. Cuando terminó el movimiento, con la firma de una acta que hacía oficial la Independencia el 27 de septiembre de 1821, uno de los saldos de los 11 años de lucha fue un edificio “que estaba en ruina total”.
Sin embargo, el plantel pudo revivir gracias a un hombre que también tenía un nombre extenso: José Telésforo Juan Nepomuceno Melchor De la Santísima Trinidad y Ocampo, mejor conocido como Melchor Ocampo.
La reapertura fue posible, contó Chávez Villa, luego de que Ocampo vendió la mitad de la hacienda de Pomoca, cerca de Maravatío, para obtener recursos con los cuales restaurar el Colegio de San Nicolás.
Con la reapertura, el espacio estuvo ligado a la iglesia, pero con las Leyes de Reforma se convirtió en un lugar laico, el cual sería incorporado a la Universidad Michoacana en el siglo XX.
De esta manera, por la intervención del político michoacano es que todavía hay Colegio. En consecuencia, hay una sala histórica en el inmueble dedicada a él, que, de acuerdo con el guía turístico, cuenta con dos telescopios que Melchor Ocampo utilizó para hacer observaciones astronómicas.
El área también alberga libros antiguos no sólo en español, sino también en inglés, francés y latín, además de su corazón, el cual se conserva en una urna con formol.
El órgano está ahí porque luego de ser aprehendido por los conservadores y antes de ser fusilado, el liberal pidió que no balearan su pecho así como que su corazón estuviera en el Colegio.
Después, fue colgado y su cuerpo quedó abandonado en un árbol de Tepeji del Río, siendo su hija quien se encargó de cumplir ese deseo, a pesar de que no era reconocida.
Aquí viene otro dato curioso, porque si bien Melchor Ocampo escribió la famosa epístola del matrimonio civil, no se casó, pero sí tuvo un amorío con una mujer de su servidumbre, con todo y la hija. De nueva cuenta, la ironía muestra su gran amistad con la historia.