Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- El documental más reciente de Lorenzo Hagerman aborda el fenómeno conocido como fístula obstétrica, definido por la ONU como una de las lesiones más graves y trágicas que pueden ocurrir durante el parto. “Se trata de un orificio entre el canal del parto y la vejiga o el recto causado por la prolongación u obstrucción de un alumbramiento sin recibir tratamiento médico oportuno de alta calidad”, se detalla en el portal del organismo.
La apuesta de Fifaliana es registrar el trabajo de un grupo de médicos españoles y latinoamericanos que viajan hasta Madagascar, con la intención de atender a mujeres, en su mayoría jóvenes, que son rechazadas por sufrir de este padecimiento.
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Entrevistado por El Sol de Morelia, Hagerman explica en una sola frase el sentido de su largometraje: “Es gente que ayuda a la gente”, doctores que ponen de sus propios recursos para viajar hasta la África subsahariana para auxiliar a enfermas que necesiten operaciones. Lo hacen sin fines de lucro, y además, sin ayuda institucional o de alguna asociación internacional.
El también director de 0.56, ¿qué le pasó a México detalla que la meta de cada doctor es reparar el mayor número de fístulas obstétricas, que en otras partes del mundo no es nada común, pero en ciertas regiones de África se dispara debido a los rezagos históricos en materia de servicios de salud. Se calcula que actualmente hay entre 2.5 y 3 millones de mujeres que la padecen, la mayoría de ellas embarazadas sin su consentimiento, vendidas en matrimonio, violadas, sin que sus cuerpos estuvieran listos para el parto.
En países donde no se practican las cesáreas, añade Hagerman, no hay un seguimiento médico del embarazo, así que cuando el bebé encuentra una barrera que no lo deja salir, hace presión sobre la vejiga, y por la tanto en la comunicación con la vagina se produce una orina permanente que crea un olor que provoca el rechazo de estas mujeres en sus comunidades. “Tenemos pues a casi tres millones de mujeres escondidas por una de las discriminaciones más grandes de este planeta, lo que se hace más grave en países que tienen a un cirujano por cada 800 mil habitantes. Bajo estos términos, su problema no tiene solución”.
La buena noticia es que para reparar la fístula obstétrica no se necesita de mucha tecnología, sino tan solo de un equipo básico que incluya bisturí, pinzas y mesa de trabajo para una operación que dura entre cuatro y seis horas. Lo paradójico es que aún así la cifra de mujeres que sufren de ello es muy alta, pese a que la misma ONU decretó un día internacional desde hace 22 años, pero cuyos médicos apenas han atendido a unas 200 mil pacientes, sumadas a 60 mil que se han atendido en un hospital especializado fundado por médicos australianos.
“Falta mucho por hacer, con lo que hay no es suficiente, ese es el espíritu para que los médicos viajen a esas misiones una vez al año y se internen en una muy humilde clínica rural en donde se prestan los servicios”.
En África la producción de médicos es escasa, y se tienen estadísticas de que uno de cada dos graduados termina por migrar a los Estados Unidos, pues saben que solo ahí encontrarán las oportunidades de crecimiento.
El acceso a la salud es casi invisible en lugares como Mozambique, donde los médicos profesionales son vistos “casi como si fueran marcianos”, dice Hagerman, quien encontró la motivación para este documental debido a una experiencia de familia, pues su hermano es doctor y viajó en 2017 junto con su esposa, ginecóloga de profesión, al continente africano precisamente para ayudar en este tema. Por desgracia, ella murió por otras razones de salud, lo que dejó inconcluso su sueño de sumarse a estas brigadas internacionales.
Como le ha pasado con otros de sus documentales, Lorenzo se dejó sorprender por lo que registró la cámara: “Yo nunca había estado en un quirófano ni como paciente; ahora imagina ser testigo de cómo un doctor se mete al cuerpo y lo cura”.
Finalmente, acepta que fue un reto muy grande, no sólo en cuestiones meramente cinematográficas, sino en lograr el acceso a distintas comunidades, pues como también ocurre en áreas como el periodismo, sin acceso no hay historia.