Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Luego de permanecer más de tres meses cerrado, el Centro Cultural Clavijero (CCC) abrió sus puertas al público bajo un protocolo de sanidad y distanciamiento que sólo permite un cupo de 10 personas.
Las medidas de sanidad para evitar el contagio de Covid-19 se endurecieron en estos lugares; tomar la temperatura, untarse desinfectante y portar el cubrebocas que se ha convertido en parte de la vestimenta, es ya una rutina obligada.
Ahora sólo abren medio día –de 10:00 a 15:00 horas– y exclusivamente la planta baja, en la cual permanecen montadas tres exposiciones: Itsi. Una llamada de alerta, muestra escultórica colectiva inspirada en un proyecto de rescate del Lago de Cuitzeo; Jorge Reyes. El universo sonoro del jaguar, una exhibición antológica de legado artístico del etno-músico uruapense, e Intermitencias materiales de Jacobo Alonso, una suerte de piezas realizadas en fieltro que abordan la escultura desde una técnica arriesgada y contemporánea.
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La sala de Paisaje michoacano es un lugar obligado, sobre todo para el visitante interesado en los pasos del pintor alemán Johann Moritz Rugendas (1802-1858) por Michoacán o fascinado por las incursiones de Gerardo Murillo (1875-1964), alias Dr. Atl, en el volcán Paricutín, ya que la colección de obras ahí atesoradas remite a una serie de artistas viajeros deslumbrados con las bellezas naturales del estado.
A pesar del guardia, quien vigila insidioso los pasos de quienes entran con cámara en mano, y del fallido mural de Adolfo Mexiac (1927-2019), visitar el Clavijero constituye un respiro y ha sido uno de los sitios obligados para el turismo cuando de recorrer la ciudad se trate.
A decir de Edgar Barajas, trabajador de la recepción del CCC, antes de la contingencia sanitaria hubo días en que contabilizaron hasta 900 personas. Sin embargo, durante esta primer semana de reapertura, el promedio oscila en 30 visitantes por día.
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“Tratamos de llevar un control para que no haya más de 10 personas en el recinto y que no haya aglomeraciones en las salas y esas cosas. Creo que los recitales y eventos de cupos grandes se van a posponer un buen rato”, comenta afable al solicitarnos al equipo de El Sol de Morelia un correo electrónico para enviar nuestro ticket y registrar nuestra visita.
Y es que una de las medidas para ingresar al CCC consiste en hacer una reservación vía electrónica para llevar un control del número de personas que ingresan por día, y asimismo administrar el aforo.
“Estamos manejando el boletaje por medio de internet, las personas llegan con la clave de su boleto y aquí los registramos. Pero si no saben, llegan aquí y les hacemos el folio, sobretodo a las personas que vienen de fuera y desconocen la dinámica”, explica.
A pesar de la reapertura, es poca la gente que se ve en el lugar: encargados de salas, empleados de intendencia, los trabajadores del Centro de documentación e investigación de las artes y la Biblioteca Bosch-Vargaslugo, así como algún visitante solitario.
Pareciera que tras los meses de confinamiento, el espíritu de los monjes jesuitas que habitaron esos muros de cantera se hubiese apoderado del recinto dotándolo de un clima sosegado, propicio para la contemplación y el recogimiento.