Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Un osario en la zona arqueológica de Tzintzuntzan y la reconstrucción digital de la ciudad antigua, además de un estudio de arqueología desde el lago de Zirahuén hasta el Balsas, son los proyectos en los que trabaja José Luis Punzo Díaz, arqueólogo adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Se trata de limpiar, catalogar, ordenar pero también de conseguir financiamiento para continuar con los trabajos, refiere.
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Recargado sobre una fuente en uno de los patios interiores del INAH Michoacán, el investigador oriundo de la Ciudad de México deja entrever que parte de su hábitat es de campo, pero principalmente de laboratorio.
“Es una disciplina científica que tiene su parte en el campo y es lo que más nos gusta a todos porque es bellísimo ir a excavar, recorrer, descubrir sitios; pero la realidad es que tiene un componente muy fuerte de trabajo en laboratorio, es donde pasamos un 90 por ciento del tiempo para hacer análisis de lo que hallamos”.
Proyectos de investigación
“El trabajo del arqueólogo es como si tuvieras veinte rompecabezas revueltos y que aparte les echaron tierra, los mojaron, enterraron y quitaron la mitad de las piezas”, dice.
Señala que la arqueología es encontrar pequeñas pistas para armar las imágenes del pasado, que nunca serán completas, por lo que se auxilia de la tecnología.
¿Y cuál es esa tecnología? Punzo Díaz menciona al análisis de ADN, el uso de drones, la fotogrametría para hacer modelos tridimensionales o la isotopía. Pero esto implica, dice, un lado triste “que es andar buscando dinero por todos lados; además, la arqueología ya no se hace individualmente”.
Entonces, junto a su equipo está ahora en pleno desarrollo de tres trabajos: “el Proyecto de Arqueología y paisaje del área centro-sur de Michoacán, que es el estudio desde el lago de Zirahuén hasta el Balsas, este es del INAH; el otro es exploración de la ciudad prehispánica de Tzintzuntzan, con tecnología LiDAR, en el que tenemos apoyo de CONACyT (en referencia al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología), hacemos escaneos aéreos para reconstruirla”.
El tercero es la Reconstrucción de la Población del Antiguo Imperio Tarasco, “le decimos REPINTAR, tiene apoyo de INAH, National Geographic y la Universidad de Harvard, lo que buscamos es reconstruir desde la genética, la isotopía y la antropología física, la constitución de la población de Tzintzuntzan; entonces estudiamos una zona muy importante de la ciudad, que es el osario y estamos trabajando para hacer el análisis de estos individuos”.
“Es bellísimo ir a excavar, recorrer, descubrir sitios” José Luis Punzo Díaz, arqueólogo adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Pasión por Michoacán
Punzo Díaz tiene fuertes lazos con el estado y ha sentido atracción por Michoacán, a pesar de que el destino quiso que fuera el único de su familia que nació en Ciudad de México.
“Mis papás nacieron acá y mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y hasta donde he podido indagar todos son michoacanos”.
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Comparte que fue su abuelo Hilario quien le inculcó los lazos con el estado, porque “me contaba relatos sobre el Michoacán prehispánico; pero creo es algo que pasa con las familias michoacanas asentadas en Ciudad de México, como que nos reforzaban la identidad y hasta cuando me preguntaban de donde era decía que Michoacán, aunque nací en CDMX”.
Sin embargo, cuenta que en su adolescencia sí tenía una pasión por la historia, en general, “ya sabes, los griegos, los romanos, la Edad Media, los vikingos, pero al decidir dudé y estaba por entrar a economía, pero los de la ENAH (Escuela Nacional de Antropología e Historia) fueron a mi prepa, visité la escuela y me sentí tan cómodo que dije, aquí, elegí arqueología pensando en el occidente mexicano y en concreto Michoacán”.
Acerca de José Luis Punzo
- Los proyectos en los que trabaja son: un osario en la zona arqueológica de Tzintzuntzan y la reconstrucción digital de la ciudad antigua, además de un estudio de arqueología desde el lago de Zirahuén hasta el Balsas.
- En sus palabras, la arqueología es encontrar pequeñas pistas para armar las imágenes del pasado, que nunca serán completas, por lo que se auxilia de la tecnología
Relata otros giros de la vida que lo alejaron de Michoacán
“Era los 90 y resultaba difícil acercarte a los investigadores, entonces no pude vincularme al estado ni a Jalisco, pero sí había un proyecto en Durango, entonces me fui a trabajar en la sierra y me quedé porque pensé que esos bosques se parecían a los de Michoacán”.
Entre eso, su camino le llevó desde la farmacia familiar hasta el Papalote Museo del Niño y luego entrar al INAH, pero en la zona de Paquimé Casas Grandes Chihuahua, “cada día me alejaba más de Michoacán; se abrió otra plaza en Durango, al que regresé por casi diez años”.
Pero entonces llegó la anhelada oportunidad de ir a la tierra prometida, “hice el cambio brusco y llegué, de eso ya tiene diez años”.