Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Una comedia tropical de cuatro dentistas que viajan a un congreso en Quintana Roo y que deciden aprovechar el tiempo con una escala a una isla desierta en la que todo empieza a descomponerse. Así puede describirse el argumento de Amalgama, de Carlos Cuarón.
La película, en competencia en la Sección de Largometraje Mexicano del XVIII Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), es una especie El discreto encanto de la burguesía de Luis Buñuel –toda proporción guardada, dicho sea de paso–, pues si en la cinta del cineasta español un grupo de damas y caballeros de bien no son capaces de abandonar una casa, lo que los lleva a perder la compostura y portarse como lo que son, lo que somos: animales, humanos pero animales; en el trabajo fílmico del hermano de Alfonso Cuarón los cuatro dentistas –con buena posición social, casi todos ellos casos de éxito– pasan demasiado tiempo juntos, al grado de que se conocen entre sí más de lo conveniente.
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Los doctores Saúl Bravo (encarnado por Tony Dalton) y Hugo Vera (Miguel Rodarte) son los personajes en torno a quienes se sustenta la trama; son amigos desde hace muchos años y comparten una historia común, tanto profesional como íntima, con lo que reconocen sus debilidades y vicios incluso donde éstos no son evidentes: en el descrédito al que es sometido Hugo en el congreso dental, éste puede intuir la firma de Bravo, y ante la predilección hacia Vera para un proyecto por delante de él, Saúl interpreta malas artes por parte de su camarada.
Los odontólogos Elena Durán (Stephanie Cayo) y José María Gómez “Chema” (Manolo Cardona) completan un elenco con buena química ante la cámara, que decide en una de las primeras noches del congreso dejarlo todo para ir a instalarse a una isla privada que un político le ha prestado a Saúl, de la cual –por distintas circunstancias– no podrán volver tan fácilmente. Mas hay que decir que tanto Hugo como Saúl luchan por agradarle a Elena, quien al parecer tiene ya una relación amorosa con su jefe, con lo que en el aislamiento y ante la vulnerabilidad propia –de cada uno de los cuatro protagonistas– aflorarán las más tiernas demostraciones de candor o los instintos más despiadados.
Filme divertido y un tanto irónico, que viene a sumarse a las realizaciones ya existentes del género más aceptado por el público nacional en los últimos tiempos (la comedia), Amalgama revitaliza sin embargo algunos de sus preceptos sin caer en facilismos ni recursos ramplones, con lo que Cuarón entrega una cinta veloz, económica en sus movimientos, bien construida, en la que casi todas las actuaciones cumplen, con alguna ligera excepción en la intensidad durante ciertos pasajes.