Morelia, Michoacán (OEM-Infomex). - Todo estaba puesto para que la noche inaugural del Festival de Música de Morelia saliera bien: llena la Catedral, listos los músicos, elegantes los invitados de honor, colocadas las cámaras de televisión. Y sin embargo, desde el protocolo mismo algo parecía anunciar un desaguisado. "No se escucha nada", dijo Mariol Arias, directora general del encuentro, a un miembro del staff mientras sonaban unas palabras de introducción. Cuando ella misma tomó el micrófono, preguntó a los presentes si la escuchaban, lo que en realidad no importaba tanto si tomamos en cuenta que lo trascendente era la música.
Lo que siguió después del protocolo fue el desastre mismo. Como sucede en esas fiestas caseras donde conectamos mal las bocinas, antes de que se interpretara la primera pieza el sonido simplemente colapsó, tronó, y el público no pudo escuchar las sonatas que daban pie al tributo que se le rendía al concierto que en 1939 Miguel Bernal Jiménez ofreció en el Teatro Ocampo. En la cabina de audio todo eran reclamos y preocupación, tensión al máximo porque el Festival más importante de América comenzaba su nueva edición con el pie izquierdo.
En el escenario, el profesionalismo de los artistas fue a prueba de fuego. Andrew Lawrence-King jamás perdió la concentración ni el dominio de la situación y ante una leve mejoría en el audio se fue ganando las palmas del respetable. Lo mismo ocurrió con los jóvenes de la Orquesta de Cámara del Conservatorio de las Rosas dirigidos por José Luis Gálvez y el Ensamble vocal de música novohispana Turulunegro, cuyas voces femeninas y masculinas tuvieron que imponerse ante los micrófonos que bajaban y subían de nivel constantemente.
Y si los músicos mostraron todo el empeño, el público supo retribuirlos siempre. Palmas constantes ante un programa que ofreció obras pertenecientes al Archivo de Música del Colegio de Santa Rosa de Santa María de Valladolid con composiciones de autores como Francisco Moratilla, Santiago de Murcia, Giacomo Facco y varios anónimos.
Casi superados los conflictos técnicos, la noche concluyó con la interpretación de la pastorela Hola, hola, pastorcillos, original de Ignacio de Jerusalem y Stella, tras lo cual Andrew Lawrence-King parecía feliz y pleno, felicitando a sus nuevos amigos mexicanos y sabedor de que la gente que acude a estos eventos siempre será comprensiva, amable y agradecida.