/ viernes 21 de julio de 2023

Violentocracia y aprendizaje.

El crimen más grande que puede cometerse contra cualquier ciudadano es negarle una educación que lo emancipe de la miseria Ignacio Ramírez Calzada, “El Nigromante” (1818-1879)


La UNESCO define la violencia como “un fenómeno complejo, multicausal y en el que intervienen factores individuales, socioeconómicos, culturales y ambientales, como es el caso de los desastres naturales, tecnológicos y sanitarios, que provocan una repercusión negativa en el ser humano por las grandes secuelas que deja, tanto para el desarrollo de su personalidad como para la sociedad en general”.

Existen una gran cantidad de tipos de violencia, como la violencia física, la violencia psicológica, la violencia sexual, violencia económica, violencia simbólica, violencia estructural, violencia cultural, violencia institucional, violencia mediática, la violencia política, el ciberacoso, el mobbing o acoso laboral y el bullying o violencia escolar, entre muchas más.

La violencia genera afectaciones de amplio espectro, principalmente a nivel físico, económico, sexual y socioemocional, entre muchos otros. Estas consecuencias también inciden negativamente en el aprendizaje. Mexicanos Primero, en el estudio “Equidad y Regreso” demostró la vinculación entre el estado socioemocional de los estudiantes de 10 y 15 años encuestados y sus niveles de logro en el aprendizaje. Los estudiantes que sufren tristeza, miedo o desvalorización en su autoimagen alcanzaron menos aprendizajes que aquellos que nos los mostraron.

Particularmente, preocupa que, en los hechos, más que vivir una democracia padecemos una violentocracia, donde quienes tienen capacidad de infligir más daño son quienes realmente ejercen el poder. En muchas comunidades del país, los violentócratas son quienes toman decisiones y deciden quien vivirá, quien progresará, quien sufrirá y quien no. Los grupos fácticos han disputado y hasta arrebatado la autoridad al gobierno legalmente constituido, que por ley posee el monopolio de la fuerza.

Así, bajo esa visión, en muchas comunidades de la entidad se hizo muy poco por cumplir el ciclo escolar, por estar bajo amenaza de quedar al centro del fuego cruzado, de pisar minas terrestres o de ser atacados mediante drones. No hubo paros indefinidos de labores generalizados en Michoacán de Ocampo durante el Ciclo Escolar 2022-2023, pero también es cierto que la autoridad educativa no ha brindado estadísticas de días de clase laborados, grupo por grupo y escuela por escuela, especialmente en aquellas localidades donde hubo incidencia de la delincuencia organizada.

Educar para la paz bajo esta sumatoria de violencias es por lo menos una ingenuidad: nadie en su sano juicio pensaría en procurar la paz. En modo de supervivencia y de resiliencia es casi imposible engancharse con las circunstancias. Recuperar la rectoría de la educación en cada plantel educativo implicará arrebatar a la violentocracia local el poder de vaciar las escuelas mediante el terror que infunden sus acciones.

Más aún, un nuevo modelo educativo verdaderamente descolonizador debería de exhibir, combatir y erradicar a las violentocracias locales, para auténticamente poner a la comunidad al centro y, ahora sí, bajo un ambiente que propicie el aprendizaje, conformar capacidades en las generaciones en formación de tal manera que les permitan cursar trayectorias completas en el sistema educativo estatal y tener posibilidades reales de arraigarse en sus comunidades para el desarrollo sostenible.

Por supuesto, una cruel forma de violencia es negar el acceso universal e incluyente a la educación a las niñas, niños y jóvenes. El darwinismo social en el que vivimos es fácilmente exhibido por los indicadores educativos respectivos: los estudiantes que tienen más recursos, padres con más escolaridad son los que logran culminar trayectorias completas. Mientras tanto, quienes tienen menos acceso a la educación pueden llegar a tener que esperar no solamente toda su vida, sino hasta 14 generaciones para que alguno de sus descendientes tenga la posibilidad de ascender a la clase media.

Por ello, el sistema educativo debe ser concebido de tal forma que no solamente controle, limite y combata la metamórfica violencia de las comunidades escolares, sino que sea parte de la regeneración del tan lastimado tejido social. No hacer lo suficiente por rescatar al sistema educativo de la violencia interna y externa en que se vive, para que las niñas, niños y jóvenes ejerzan plenamente sus derechos a estar, participar, aprender y convivir constituye un atentado hacia ellos y sus familias, lo cual convierte a los funcionarios omisos en victimarios, cómplices de la violentocracia.


Sus comentarios son bienvenidos en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles*Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C.