/ lunes 30 de enero de 2023

No más mujeres invisibles

Enredada con una serie de ideas sobre el significado de SER MUJER, en un mes cuya agenda tradicionalmente gira en torno al ámbito económico, comencé a valorar el exponer en este espacio la importancia de la participación de las mujeres y sus aportaciones a la vida productiva de México, por supuesto la pregunta obligada estaría destinada a resolver cuánto y cómo contribuimos las mujeres en este campo tanto a nivel de la macroeconomía cómo en pequeña escala y bajo qué condiciones realizamos nuestras actividades laborales.

Un tanto animada con el tema y convencida por supuesto de la trascendencia al develar algunos datos sobre las brechas de desigualdad, discriminación y exclusión que aún prevalecen en nuestro país y en el mundo, comprendí que valdría la pena hablar sobre el quehacer de las mujeres también desde el ámbito político, pero no solo en el sentido reduccionista que se le ha dado al término, en donde se le relaciona únicamente con lo electoral y la toma de decisiones del poder, sino en un sentido más amplio, es decir, desde el lugar en el que se construyen las condiciones para ser viable una mejor sociedad, según refiere la Dra. Paloma Bonfil Sánchez.

Lo cierto, es que de pronto las propias mujeres desconocemos realmente la forma en que nuestro trabajo diario impacta en lo social, en lo familiar o la parte económica, y hacerlo visible nos encamina en esta lucha por la igualdad de condiciones y oportunidades. No obstante de las metas alcanzadas en distintos países en las últimas décadas a nivel de igualdad de género, se estima que en el mundo alrededor de 2 mil 400 millones de mujeres en edad de trabajar no tienen igualdad de oportunidades económicas, además de que solo acceden a tres cuartas partes de los derechos reconocidos a los hombres de acuerdo a mediciones realizadas en áreas que incluyen movilidad, trabajo, remuneración, matrimonio, parentalidad, empresariado, activos y jubilación (Banco Mundial 2022).

Además de ser este un asunto de derechos, desde el punto de vista económico existen ventajas considerables al establecer igualdad de condiciones en el mercado laboral, pues de acuerdo con registros del año 2020, las diferencias entre los ingresos de hombres y mujeres a lo largo de la vida representa el doble del producto interno bruto mundial, lo que equivale a 172.3 billones de dólares, según el informe La mujer, la Empresa y el Derecho 2022.

Abordar este tema se torna más interesante cuando conocemos que a las mujeres en nuestro país nos es más complicado tanto la incorporación al mercado laboral formal como el poder lograr autonomía económica (INMUJERES 2022), además de que tan solo el 45 por ciento de las mujeres en edad laboral en México forman parte de la fuerza de trabajo (OCDE 2017). Vale la pena menciona que para el 2019 se registró una tasa de participación femenina por debajo de Chile y Argentina, y solo por encima de Guatemala lo que nos ubica por debajo de las expectativas esperadas (Banco Mundial 2019). Este impacto a nivel general es importante y se debe precisamente a las grandes diferencias que marca la contribución de mujeres y hombres en este sector y que implica enormes afectaciones económicas, por mencionar tan solo un aspecto, eso sí con graves consecuencias en varias esferas que involucran directamente el ejercicio de los derechos humanos y que ponen en desventaja a las mujeres al enfrentar diversos obstáculos que por razones de género violentan su vida laboral.

La situación es compleja por las normas que impone nuestra propia sociedad que asigna roles y condiciona actividades “propias para las mujeres”, lo que conlleva a la división sexual del trabajo. Pero este no es el único obstáculo, existen por ejemplo los reglamentos laborales que en muchas ocasiones limitan el acceso al trabajo debido a condiciones de gravidez, el cuidado de los hijos e hijas, la falta de oportunidades de empleo relacionadas directamente con las habilidades y características de las mujeres, o el acceso a insumos productivos que se traducen en falta de acceso a capital, formas de créditos, materias primas, o bienes tales como una casa o vehículo. Cómo dato significativo está el hecho de que las mujeres que provienen de familias en las que el padre tiene un mayor nivel educativo, existen más posibilidades de que éstas participen en el mercado laboral (Campos-Vázquez y Vélez Grajales, 2014; Moreno, 2017).

Por su parte, el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) ha identificado barreras que repercuten en la vida de las mujeres que trabajan y que involucran aspectos como la permanencia, crecimiento y desarrollo de una carrera profesional en los centros de trabajo. Estos obstáculos están íntimamente relacionados con la vida familiar, laboral y personal de las mujeres, es decir, la forma en que se gestiona con la pareja o la familia la incorporación a la vida productiva, lo que nos lleva nuevamente a hablar de estos preceptos sociales que incluyen la designación del uso del espacio público para los hombres y el privado para las mujeres, en este sentido hablemos de aquellos hogares y regiones (sistemas de usos y costumbres) en los cuales las mujeres deben pedir permiso a los maridos para salir a trabajar o para emprender un negocio. Sobre este tema resalta el hecho de que las mujeres indígenas tienen niveles inferiores de participación laboral en contraste con las mujeres que no se identifican como tales.

Y si usted se pregunta en qué sectores económicos están representadas las mujeres, le comparto los datos del 2021 que presenta el INEGI. En México las mujeres emprendedoras son propietarias de un tercio (36.6%) de los establecimientos micro, pequeños y medianos de manufacturas, comercio y servicios privados no financieros. Desafortunadamente las mujeres, confirma el propio Instituto, tienen un acceso limitado a créditos para sus emprendimientos, pues tan solo 13 de cada 100 establecimientos obtuvieron un crédito o un financiamiento en ese año. La buena noticia que vale la pena compartir es que en los negocios de emprendimiento femenino la participación laboral de las mujeres es mayor que la de los hombres, lo que abre más oportunidades para la autonomía económica.

Esta autonomía a la que hago referencia está vinculada directamente con el ejercicio de los derechos a nivel individual, con oportunidad de escalar a lo colectivo, y que se traduce en acciones políticas que a su vez nos llevan a nuevas demandas de derechos que las mujeres obtienen a partir de su participación en el área pública. He ahí la importancia de la inclusión de las mujeres en la elaboración de políticas públicas, de su posición en sitios de alto nivel y de su incorporación a puestos de representación. Es este sentido, la CEPAL identifica una valiosa área de oportunidad debido a los bajos niveles de representación de las mujeres en puestos de elección popular o por asignación, lo que ha traído como consecuencia, entre otros aspectos, discriminación, acceso limitado a los recursos o invisibilidad ante situaciones de violencia que experimentar las mujeres en nuestro país, pero que principalmente padecen aquellas mujeres que tienen un menor acceso a la educación o que viven en condiciones de marginalidad y de extrema pobreza como puede ser el caso de las mujeres indígenas o afrodescendientes.

Es ahí precisamente donde se debe trabajar de forma más activa con el objetivo de sensibilizar, informar y contribuir al empoderamiento femenino con el fin de motivar su participación política, tomando en cuenta las particularidades que se presentan en dichas regiones debido a los sistemas de usos y costumbres, en donde el derecho político-electoral de las mujeres indígenas se ha visto vulnerado de manera reiterada.

En entrevista sobre las experiencias con este tema en Michoacán, la presidenta de la Comisión para la Atención de Pueblos y Comunidades Indígenas, Carol Arellano Rangel integrante del Instituto Electoral de Michoacán (IEM), ha señalado una serie de dificultades que a lo largo de los años se han ido superando a partir del trabajo encaminado a motivar la participación y la promoción del liderazgo femenino en las comunidades.

“Desde hace más de diez años comenzamos el camino con las mujeres promoviendo su liderazgo, la promoción para su participación en los cargos públicos y así trazar un camino hacia las acciones afirmativas que han permitido hoy en día que haya mayor representación en el Congreso del Estado. En el tema de comunidades indígenas este proceso ha sido más lento porque estos pueblos vienen de autogobernarse, autodeterminarse y las mujeres indígenas a veces no se la creen. En el Instituto hemos identificado que existe la necesidad de volver a empoderar a las mujeres en sus localidades, haciéndolas conscientes de que ellas tienen la capacidad para ocupar cargos de responsabilidad y que no solo los hombres pueden hacerlo. Como parte de la estrategia hemos organizado una red de mujeres indígenas con las que llevamos a cabo talleres de capacitación y de formación política. Nos hemos auxiliado de las mujeres que integran actualmente los Consejos en comunidades como San Jesús Tanaco, Cherán, Arantepacua o Comachuén, quienes apoyan en la promoción de estos encuentros de capacitación, y aunque la afluencia ha sido considerable, nos damos cuenta de que existen obstáculos que impiden que las mujeres asistan, como es no tener quien cuide a los hijos, la falta de dinero para transportarse o los propios obstáculos que impone la comunidad”.

El balance en el trabajo realizado concretamente en las comunidades indígenas, se advierte positivo en el sentido de que a través del diálogo y la concientización sobre la capacidad para atender las tareas encomendadas pueden ser resueltas por las mujeres. En la localidad de Sevina, ubicada en el municipio de Nahuatzen por citar un referente inmediato, los temas de la división del trabajo, los aspectos sociales y culturales son determinantes para transitar hacia un escenario distinto en la participación, no obstante, el camino está andado y sembrado, aunque falta un largo camino por recorrer.

Finalmente, hagamos conciencia sobre las buenas prácticas que permitan un mayor empoderamiento, pongamos atención en las disposiciones legales que aún avalan las prácticas discriminatorias contra nosotras las mujeres. No seamos víctimas de la indiferencia ante la imperiosa necesidad de promover la autonomía, pongamos atención al entorno jurídico. Trabajemos entonces por la igualdad de los derechos para hombres y mujeres, es lo justo, ¿no?.


La autora es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional por El Colegio de la Frontera Norte, tiene la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Vasco de Quiroga. Se ha desarrollado en el ámbito audiovisual en medios públicos y privados como generadora de contenidos y a nivel directivo. Dirige la Casa Productora Kodia Multimedios, sus líneas de trabajo se orientan a la difusión de la problemática migrante, la promoción de la cultura y las tradiciones de Michoacán, así como la prevención de la violencia contra las mujeres.

Ha colaborado para la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en la realización de talleres de producción audiovisual para la divulgación de la ciencia, a través del departamento de Divulgación Científica.

Sus producciones se han difundido en cadena nacional y señal internacional a través de canal 22 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Mexicanal en Estados Unidos, y la Red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México.

Es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional, El Colegio de la Frontera Norte.


Enredada con una serie de ideas sobre el significado de SER MUJER, en un mes cuya agenda tradicionalmente gira en torno al ámbito económico, comencé a valorar el exponer en este espacio la importancia de la participación de las mujeres y sus aportaciones a la vida productiva de México, por supuesto la pregunta obligada estaría destinada a resolver cuánto y cómo contribuimos las mujeres en este campo tanto a nivel de la macroeconomía cómo en pequeña escala y bajo qué condiciones realizamos nuestras actividades laborales.

Un tanto animada con el tema y convencida por supuesto de la trascendencia al develar algunos datos sobre las brechas de desigualdad, discriminación y exclusión que aún prevalecen en nuestro país y en el mundo, comprendí que valdría la pena hablar sobre el quehacer de las mujeres también desde el ámbito político, pero no solo en el sentido reduccionista que se le ha dado al término, en donde se le relaciona únicamente con lo electoral y la toma de decisiones del poder, sino en un sentido más amplio, es decir, desde el lugar en el que se construyen las condiciones para ser viable una mejor sociedad, según refiere la Dra. Paloma Bonfil Sánchez.

Lo cierto, es que de pronto las propias mujeres desconocemos realmente la forma en que nuestro trabajo diario impacta en lo social, en lo familiar o la parte económica, y hacerlo visible nos encamina en esta lucha por la igualdad de condiciones y oportunidades. No obstante de las metas alcanzadas en distintos países en las últimas décadas a nivel de igualdad de género, se estima que en el mundo alrededor de 2 mil 400 millones de mujeres en edad de trabajar no tienen igualdad de oportunidades económicas, además de que solo acceden a tres cuartas partes de los derechos reconocidos a los hombres de acuerdo a mediciones realizadas en áreas que incluyen movilidad, trabajo, remuneración, matrimonio, parentalidad, empresariado, activos y jubilación (Banco Mundial 2022).

Además de ser este un asunto de derechos, desde el punto de vista económico existen ventajas considerables al establecer igualdad de condiciones en el mercado laboral, pues de acuerdo con registros del año 2020, las diferencias entre los ingresos de hombres y mujeres a lo largo de la vida representa el doble del producto interno bruto mundial, lo que equivale a 172.3 billones de dólares, según el informe La mujer, la Empresa y el Derecho 2022.

Abordar este tema se torna más interesante cuando conocemos que a las mujeres en nuestro país nos es más complicado tanto la incorporación al mercado laboral formal como el poder lograr autonomía económica (INMUJERES 2022), además de que tan solo el 45 por ciento de las mujeres en edad laboral en México forman parte de la fuerza de trabajo (OCDE 2017). Vale la pena menciona que para el 2019 se registró una tasa de participación femenina por debajo de Chile y Argentina, y solo por encima de Guatemala lo que nos ubica por debajo de las expectativas esperadas (Banco Mundial 2019). Este impacto a nivel general es importante y se debe precisamente a las grandes diferencias que marca la contribución de mujeres y hombres en este sector y que implica enormes afectaciones económicas, por mencionar tan solo un aspecto, eso sí con graves consecuencias en varias esferas que involucran directamente el ejercicio de los derechos humanos y que ponen en desventaja a las mujeres al enfrentar diversos obstáculos que por razones de género violentan su vida laboral.

La situación es compleja por las normas que impone nuestra propia sociedad que asigna roles y condiciona actividades “propias para las mujeres”, lo que conlleva a la división sexual del trabajo. Pero este no es el único obstáculo, existen por ejemplo los reglamentos laborales que en muchas ocasiones limitan el acceso al trabajo debido a condiciones de gravidez, el cuidado de los hijos e hijas, la falta de oportunidades de empleo relacionadas directamente con las habilidades y características de las mujeres, o el acceso a insumos productivos que se traducen en falta de acceso a capital, formas de créditos, materias primas, o bienes tales como una casa o vehículo. Cómo dato significativo está el hecho de que las mujeres que provienen de familias en las que el padre tiene un mayor nivel educativo, existen más posibilidades de que éstas participen en el mercado laboral (Campos-Vázquez y Vélez Grajales, 2014; Moreno, 2017).

Por su parte, el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) ha identificado barreras que repercuten en la vida de las mujeres que trabajan y que involucran aspectos como la permanencia, crecimiento y desarrollo de una carrera profesional en los centros de trabajo. Estos obstáculos están íntimamente relacionados con la vida familiar, laboral y personal de las mujeres, es decir, la forma en que se gestiona con la pareja o la familia la incorporación a la vida productiva, lo que nos lleva nuevamente a hablar de estos preceptos sociales que incluyen la designación del uso del espacio público para los hombres y el privado para las mujeres, en este sentido hablemos de aquellos hogares y regiones (sistemas de usos y costumbres) en los cuales las mujeres deben pedir permiso a los maridos para salir a trabajar o para emprender un negocio. Sobre este tema resalta el hecho de que las mujeres indígenas tienen niveles inferiores de participación laboral en contraste con las mujeres que no se identifican como tales.

Y si usted se pregunta en qué sectores económicos están representadas las mujeres, le comparto los datos del 2021 que presenta el INEGI. En México las mujeres emprendedoras son propietarias de un tercio (36.6%) de los establecimientos micro, pequeños y medianos de manufacturas, comercio y servicios privados no financieros. Desafortunadamente las mujeres, confirma el propio Instituto, tienen un acceso limitado a créditos para sus emprendimientos, pues tan solo 13 de cada 100 establecimientos obtuvieron un crédito o un financiamiento en ese año. La buena noticia que vale la pena compartir es que en los negocios de emprendimiento femenino la participación laboral de las mujeres es mayor que la de los hombres, lo que abre más oportunidades para la autonomía económica.

Esta autonomía a la que hago referencia está vinculada directamente con el ejercicio de los derechos a nivel individual, con oportunidad de escalar a lo colectivo, y que se traduce en acciones políticas que a su vez nos llevan a nuevas demandas de derechos que las mujeres obtienen a partir de su participación en el área pública. He ahí la importancia de la inclusión de las mujeres en la elaboración de políticas públicas, de su posición en sitios de alto nivel y de su incorporación a puestos de representación. Es este sentido, la CEPAL identifica una valiosa área de oportunidad debido a los bajos niveles de representación de las mujeres en puestos de elección popular o por asignación, lo que ha traído como consecuencia, entre otros aspectos, discriminación, acceso limitado a los recursos o invisibilidad ante situaciones de violencia que experimentar las mujeres en nuestro país, pero que principalmente padecen aquellas mujeres que tienen un menor acceso a la educación o que viven en condiciones de marginalidad y de extrema pobreza como puede ser el caso de las mujeres indígenas o afrodescendientes.

Es ahí precisamente donde se debe trabajar de forma más activa con el objetivo de sensibilizar, informar y contribuir al empoderamiento femenino con el fin de motivar su participación política, tomando en cuenta las particularidades que se presentan en dichas regiones debido a los sistemas de usos y costumbres, en donde el derecho político-electoral de las mujeres indígenas se ha visto vulnerado de manera reiterada.

En entrevista sobre las experiencias con este tema en Michoacán, la presidenta de la Comisión para la Atención de Pueblos y Comunidades Indígenas, Carol Arellano Rangel integrante del Instituto Electoral de Michoacán (IEM), ha señalado una serie de dificultades que a lo largo de los años se han ido superando a partir del trabajo encaminado a motivar la participación y la promoción del liderazgo femenino en las comunidades.

“Desde hace más de diez años comenzamos el camino con las mujeres promoviendo su liderazgo, la promoción para su participación en los cargos públicos y así trazar un camino hacia las acciones afirmativas que han permitido hoy en día que haya mayor representación en el Congreso del Estado. En el tema de comunidades indígenas este proceso ha sido más lento porque estos pueblos vienen de autogobernarse, autodeterminarse y las mujeres indígenas a veces no se la creen. En el Instituto hemos identificado que existe la necesidad de volver a empoderar a las mujeres en sus localidades, haciéndolas conscientes de que ellas tienen la capacidad para ocupar cargos de responsabilidad y que no solo los hombres pueden hacerlo. Como parte de la estrategia hemos organizado una red de mujeres indígenas con las que llevamos a cabo talleres de capacitación y de formación política. Nos hemos auxiliado de las mujeres que integran actualmente los Consejos en comunidades como San Jesús Tanaco, Cherán, Arantepacua o Comachuén, quienes apoyan en la promoción de estos encuentros de capacitación, y aunque la afluencia ha sido considerable, nos damos cuenta de que existen obstáculos que impiden que las mujeres asistan, como es no tener quien cuide a los hijos, la falta de dinero para transportarse o los propios obstáculos que impone la comunidad”.

El balance en el trabajo realizado concretamente en las comunidades indígenas, se advierte positivo en el sentido de que a través del diálogo y la concientización sobre la capacidad para atender las tareas encomendadas pueden ser resueltas por las mujeres. En la localidad de Sevina, ubicada en el municipio de Nahuatzen por citar un referente inmediato, los temas de la división del trabajo, los aspectos sociales y culturales son determinantes para transitar hacia un escenario distinto en la participación, no obstante, el camino está andado y sembrado, aunque falta un largo camino por recorrer.

Finalmente, hagamos conciencia sobre las buenas prácticas que permitan un mayor empoderamiento, pongamos atención en las disposiciones legales que aún avalan las prácticas discriminatorias contra nosotras las mujeres. No seamos víctimas de la indiferencia ante la imperiosa necesidad de promover la autonomía, pongamos atención al entorno jurídico. Trabajemos entonces por la igualdad de los derechos para hombres y mujeres, es lo justo, ¿no?.


La autora es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional por El Colegio de la Frontera Norte, tiene la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Vasco de Quiroga. Se ha desarrollado en el ámbito audiovisual en medios públicos y privados como generadora de contenidos y a nivel directivo. Dirige la Casa Productora Kodia Multimedios, sus líneas de trabajo se orientan a la difusión de la problemática migrante, la promoción de la cultura y las tradiciones de Michoacán, así como la prevención de la violencia contra las mujeres.

Ha colaborado para la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en la realización de talleres de producción audiovisual para la divulgación de la ciencia, a través del departamento de Divulgación Científica.

Sus producciones se han difundido en cadena nacional y señal internacional a través de canal 22 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Mexicanal en Estados Unidos, y la Red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México.

Es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional, El Colegio de la Frontera Norte.