/ viernes 26 de noviembre de 2021

No es mi talla, es mi danza

La historia del feminismo ha sido entre cuatro olas y más de un tsunami, también de diversas respuestas a las nuevas formas de opresión machista, aunque patriarcado y capitalismo son sistemas con orígenes propios no podemos concebirlos como independientes, son aliados y sus formas de opresión se nutren mutuamente.

Con una supuesta “neutralidad” el patriarcado se presenta con diferentes rostros, pero sus modos no son muy diferentes, desde el hogar y hasta en las propias luchas de quienes lo denunciamos lo encontramos incrustado, hoy sabemos que “naturalizar” algo es la manera más sencilla de justificarlo, es por ello que quizá desde siempre la premisa “lo personal es político” siempre ha sido radical, recordar que no encontramos ámbitos ni públicos ni privados que se encuentren exentos de violencia es necesario más que nunca.

Ahora bien y, sin mayor problema relacionemos esto con el “empoderamiento” de las mujeres con el consumo, el consumo de productos y servicios que marcan el camino interminable hacia la mujer imposible, “empoderamiento” circunstancial y efímero, para no decir falso y violento como la misoginia misma.

(Soy) Mi nombre es Carla Arce y, entre otras credenciales soy instructora y bailarina de una disciplina del Bellydance conocida como FatChance Bellydance, considero que es un género extenso que puede ser reinventado constantemente por las mismas alumnas e instructoras de acuerdo a nuestros deseos, pero, es inevitable su exposición sin considerar las necesidades del capitalismo.

Carolina Miyagui nos dice que el bellydance ha sido influenciado tanto por la colonización experimentada por Egipto y otros países árabes por parte de Europa, la visión tanto de autoridades colonizadoras como de viajeros románticos que idealizaban, sexualizaban, y distorsionaban el Oriente, como por procesos migratorios, intercambios comerciales (como el turismo, el estilo de vida “fitness”), las distintas olas feministas, el paradigma capitalista y las redes sociales, por mencionar algunos. No por ello, el bellydance debe ser visto como un arte con menor valor o “inauténtico”, más bien su permeabilidad a estos procesos lo convierten en un espacio de construcción, debate y lucha.

Sororidad, empoderamiento, etc…son conceptos que, aunque de origen feminista ¿son utilizados para que en un contexto occidental compremos Bellydance? El Bellydance ha servido como un espacio de ¿empoderamiento? para las mujeres en el que, ¿en verdad reconocemos nuestro cuerpo y tomamos el control sobre él, alejándonos de la mirada patriarcal que nos ha impuesto un modelo de cuerpo, un tipo de belleza hegemónica, un solo modelo de mujer? Como bailarinas y feministas, ¿reconocemos el riesgo de caer en los nuevos modelos (productos) híbridos del patriarcado?

Entonces hablamos de; ¿empoderamiento o subyugación? así se exhibe el falso empoderamiento que nos vende el sistema capitalista patrocinado por el sistema patriarcal (o viceversa, el orden de los factores cuando de violentarnos se trata en este caso no altera al producto) en donde una mujer que se hace cargo de todos los gastos de la casa, teniendo hasta dos o tres trabajos con remuneración económica, que cuida a los hijos, realiza las labores domésticas del hogar (sin remuneración alguna) y que además va al gym y cuida de su “belleza” y “físico” es el modelo de mujer empoderada, ¿súper woman?, cuestiona la Doctora Higuera, (ponencia presentada en la Escuela de Género y Derecho del Colegio de Abogadas de Michoacán) no, esa(s) mujer(es) son o somos tres o cuatro veces más explotadas y violentadas, pero, nos hacen creer que eso es “empoderamiento”, cuando escuché eso pensé, ¿también pasara eso con el bellydance que tanto nos ofrece?

El Bellydance como proceso creativo y en constante transformación nos ofrece espacios en donde, si tomamos conciencia, puede ayudarnos a transgredir la fantasía patriarcal y cuestionar nuestra autonomía sexual. Explorar nuestro Cuerpo como territorio autónomo y propio, preguntarnos quiénes somos, qué queremos y cómo queremos ser vistas, tomar el control sobre él, transformar y cambiar el contexto en el que nuestros cuerpos son vistos, incitar al desconcierto de un público influido por el patriarcado y acostumbrado a ver el cuerpo de la bailarina sólo como fuente de placer, cuerpos jóvenes, bellos, estandarizados y en constante competencia, es lo que realmente nos dará poder.

Las feministas que nos han advertido de la peligrosa capacidad del patriarcado de reinventarse y adaptarse continuamente y, aunque avivado por la mancuerna capitalismo- patriarcado, el bellydance (y agregaría todas las disciplinas dancísticas) tienen bellas grietas para crear comunidades liberadoras, sororas y feministas.