No es un secreto el que Morena ya constituido como partido político enfocó todos sus esfuerzos organizativos en armar un ejército que defendiera el voto en las pasadas elecciones del 1 de julio de 2018. Morena se convirtió así en una maquina electoral, ausente de un programa de acción política bien definido y delineado, que se diferenciara de un plan de gobierno.
Ante la renovación de la dirigencia nacional y las dirigencias estatales, surgen muchos cuestionamientos sobre la dirección que tomará el partido que ayudó a que por primera vez en el México contemporáneo, fuerzas progresistas ganaran electoralmente la Presidencia de la República. Quiero hacer algunas anotaciones sobre lo que considero fundamental ante la inminente renovación de nuestra dirigencia.
Resulta complejo contar la historia de lo que es Morena. ¿Cómo debería contarse la historia de este partido? ¿Será la mera narración de la vida interna de su organización política, cómo nace, de los primeros que lo constituimos, las polémicas ideológicas a través de las cuales se intenta formar su programa y su concepción del mundo? ¿Se trata de la historia de un restringido grupo de intelectuales o de la biografía política de una sola personalidad?
En este caso pareciera que la última acepción es la historia de nuestro partido, una historia que orbita fundamentalmente en una persona. Por eso la necesidad de plantear y replantear intensas reflexiones y opciones sobre al futuro de Morena, su dirección y militancia, porque al parecer nuestro partido padecerá no en mucho tiempo los costos de que el partido necesariamente se construyera así, aunado al tema de las indefiniciones y confusiones políticas e ideológicas.
Asumimos lo que representa Morena, sus aciertos y contradicciones, pero es necesario alejarnos de quienes pretender debilitar la narrativa que originalmente le dio forma a Morena, construyendo el polisémico discurso de “la necesidad de una izquierda moderna”, que incuestionablemente fulminó al PRD, pero también queremos estar lejos de los que se aíslan en la contemplación y reflexión, porque creemos en la ruta –cómo lo dice García Linera− de que “las clases subalternas pueden hacer poder y deben hacer poder”, dentro de nuestro sistema de democracia, aunque esta forma de hacer política concreta, sea más imperfecta o tenga más contradicciones.
Morena irrumpió en el panorama político en un momento vital para aglutinar una serie de demandas que nadie más pudo aglutinar. Tuvo rasgos con los que las mayorías se identificaron, se articuló el descontento social y se lograron consensos con las masas, pero también con parte de la elite, para dar paso al triunfo de AMLO. Parafraseando a Gramsci los partidos nacen y se constituyen en organizaciones para dirigir la situación en momentos históricamente vitales.
Hasta aquí esta primera entrega, es su continuación hablaremos de las tareas que creemos son necesarias para Morena ante la inminente renovación de su dirigencia, así como de los límites a los que nos enfrentamos como partido político.
Vease, Gramsci, Antonio, Maquiavelo y Lenin, Diógenes, México, 1980, p. 33.
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