/ martes 7 de marzo de 2023

¿Estoy hablando mal?

¿Y usted, usa el lenguaje inclusivo en la vida cotidiana? Si, me refiero al lenguaje no sexista cuyo tema trae consigo acalorados debates, tensiones y controversias entre las llamadas autoridades del uso correcto de la lengua y las organizaciones que pugnan por la importancia del discurso adecuado para hacer visible tanto al género femenino como a los grupos no binarios que arremeten en contra del uso del masculino inclusivo.

Sí, son muchos términos que de los que habría que estar al tanto si es que somos conscientes de la importancia que tiene el uso del lenguaje en la vida cotidiana, en distintos entornos y bajo diferentes contextos que atraviesan las situaciones en los que estamos inmersos, ya sea la política, el ámbito educativo, laboral o en el íntimo espacio de nuestros hogares.

Entiendo bien que muchas personas piensan que abordar este tema es una bobería, y no solo por el uso cada vez más frecuente del desdoblamiento del lenguaje al referirnos específicamente al género masculino y al femenino que es utilizado sobre todo cuando estamos en el ámbito público. Recordará usted aquello de chiquillos y chiquillas, que de pronto nos causaba risa o enojo, tolerable quizá, pero que es posible no llegara al grado de la incomodidad que de pronto surge con el uso de la “e”, que emerge por cierto como una alternativa gramatical para no especificar al hablar, a ninguno de los dos sexos y que sirve para incluir a aquellas personas que no se sienten identificadas ni como hombres ni como mujeres, ¿sabía usted eso? Pues yo no.

La inquietud para tocar este tema me vino a la mente cuando impartía una clase sobre imagen pública a nivel de posgrado y el programa incluía abordar el lenguaje inclusivo, y no solo desde el punto de vista gramatical, sino también desde la perspectiva ideológica. ¡Qué mejor oportunidad para abrir el debate sobre el lenguaje inclusivo, pensé! Porque si, la escuela es el espacio ideal para conversar sobre las resistencias o las adaptaciones de la sociedad a las innovaciones de la lengua, y de la importancia que conlleva esta discusión, porque como usted sabe, las palabras cimientan y edifican nuestra concepción del mundo, y en el entorno social crean y refuerzan estereotipos o viceversa, por decirlo de una manera muy sencilla.

Citaré las mesas de análisis de los medios de comunicación en los que se aborda una y otra vez el interés que tiene la comunidad estudiantil para entrar en el debate y tratar de comprender cuál es el uso “correcto del lenguaje” a nivel gramatical, que les permita obtener elementos para decidir desde esta visión de no la discriminación que uso darán a las nuevas prácticas orales. ¿Hay interés sobre el tema? Por supuesto que lo hay, y no solo en los grupos etarios jóvenes, quienes por cierto tienen menor resistencia a utilizar la “e”. Me refiero por ejemplo a palabras como les, todes, amigues, nosotres o hijes, y que son palabras que conceden el reconocimiento a la identidad de los grupos no binarios.

Reconozco que a mí me suena extraño el uso de la “e” para artículo, adjetivos o sustantivos, sin embargo, esta propuesta dista de ser nueva en el idioma español, de hecho, tiene su antecedente concretamente en España en 1976 cuando el Ing. Álvaro García Meseguer proponía el uso de la “e” como marcador del género común:

” Como las desinencias en “o” y en “a” son, en la mayoría de los casos, las propias del masculino y el femenino, una solución sencilla consiste en asignar la desinencia en “e” al género común, es decir, a la persona. Así́, cuando une se dirija a un grupo en una conferencia, en una carta circular, etc., podrá́ comenzar diciendo” querides amigues”. Les trabajadores podrán escribir en sus pancartas reivindicativas “estamos hartes de ser explotades”. Les polítiques podrán llamar compañeres a sus partidaries. Les progenitores podrán educar a sus hijes más fácilmente en forma no sexista. En los periódicos, los anuncios por palabras solicitarán une cocinere, une abogade o une secretarie” (Mesenguer, 1976).

Asimismo, Mesenguer sostenía que en castellano se usa el género gramatical masculino “todos” para referirse a la persona, independientemente de su sexo, lo que lleva a una duplicidad en el significado de las palabras en el que siempre había una ocultación de la mujer, al mismo tiempo que una masculinización rutinaria de la mente.

Actualmente es posible conocer algunos datos interesantes sobre las actitudes que países como Chile y Suecia tienen hacia el uso lenguaje incluyente. Mediante el estudio “Lenguaje inclusivo. Navegando entre mitos, temores y realidades”, llevado a cabo por la Universidad de Lineo en Suecia, es posible saber que las mujeres tienen una actitud más positiva que los hombres hacia el desdoblamiento discursivo, como “bienvenidas y bienvenidos” y al uso de la “e” como en “todes”. El estudio reveló también que existía mayor resistencia en los hombres para adoptar este lenguaje. En la encuesta hubo quienes expusieron que esta forma de hablar era una moda que tendería a desaparecer, además de que se tenía la percepción de que el lenguaje inclusivo era perjudicial.

A propósito, ¿usted qué piensa al respecto? Porque la Real Academia Española (RAE) aclara que usar la letra “e” en el lenguaje inclusivo está de más (El Financiero, julio 10, 2021).

Al respecto opino que todas y todos somos quienes hacemos posible la conversación y le damos sentido al significado de las palabras. Por supuesto reconozco la carga ideológica en el discurso y las relaciones de poder que están plasmadas en las convenciones sociales en este diálogo público, en donde la política en su sentido amplio transita, legitimándose a su vez en el poderoso mundo de los medios de comunicación masiva, terreno desde donde abordé una valiosa charla con la comunicadora Gabriela Sosa Martínez, de Radio Educación, un medio público regido por políticas orientadas a la promoción de la cultura y la educación en México.

Precisamente por ser los medios de comunicación instrumentos para la reflexión a partir de los contenidos que emiten, la forma en que se abordan los temas y qué lenguaje se utiliza para decir las cosas es que Gabriela Sosa, conductora de amplia trayectoria, comparte su experiencia en la práctica del lenguaje inclusivo en los programas que conduce en Radio Educación:

“Creo que el lenguaje incluyente es una variante dialectal del idioma español y no puedo juzgar si es correcto o incorrecto, lo que sí puedo hacer es abrir un hueco en mi mente para abrir mi horizonte y entender, por ejemplo, que el usar el “elles”, que antes no existía, ahora está presente y que no significa ni femenino ni masculino, ya hay esa otra ventana para entendernos. A mí me ha constado trabajo. Yo como hablante, que pretende mantener más puro el castellano me ha costado incluirlo en mi lenguaje. Estamos viviendo un proceso de evolución del lenguaje y tratamos de adaptarnos. Si nos estamos adaptando. Cuando esto surgió yo lo veía como una broma, después como algo curioso y ya después me asusté, pero ahora digo que está bien, entiendo que es una evolución, un caminar hacia adelante. A mí lo que me da un poco de miedo no es el usar el “elles”, si se usa o no se usa, sino que estemos volteando para atrás y empecemos a hacer una serie de cosas raras como reescribir novelas clásicas tratando de usar lenguaje incluyente y no sexista, tratando de no llamar “Toña la negra” a “Toña la negra”, ese tipo de cosas que ya no van a tener sentido y que van a cambiar nuestros conceptos culturales, eso hasta coraje me da. Es ahí donde ya no estoy de acuerdo. Los nuevos productos culturales como la música, el teatro, la literatura, deberán tener más cuidado con el lenguaje incluyente, porque es lo nuevo, lo que están reflejando estos tiempos, habrá que aprender a crear de otra manera”.

Es claro que hablar de este tema motiva a la discusión y cuando se aborda a la palabra escrita en su modalidad de incluyente se levantan voces como la del escritor Mario Vargas Llosa que en el campo de la lengua es muy claro cuando manifiesta su postura acerca de esta libertad para crear, “a la lengua no se le pude forzar”, según dice.

“El lenguaje crea realidad, modifica realidades”, comenta el exministro Arturo Zaldívar, “El lenguaje inclusivo no pretende ser correcto. Todo lo contrario, pretender cambiar la realidad y desafiarla” (Suprema Corte de la Nación, 2021).

Al respecto me pregunto si cuando se refieren al uso correcto del lenguaje se hace alusión a la construcción gramatical o a la parte discursiva, es decir al contenido del mensaje ¿Se puede separar gramática de discurso? Cómo se advierte hablar del lenguaje inclusivo y no sexista es adentrarse en un terreno escabroso porque hay opiniones encontradas, pero en donde es indiscutible que independientemente de las ideas que pudiesen sonar radicales para la modificación morfológica de la lengua, existe de fondo el trabajo por el reconocimiento social de que la discriminación lingüística existe, que ha perpetuado patrones y estereotipos, invisibilizando a la mujer y excluyéndola, como lo ha hecho con el género no binario. Es injusto vivir en una sociedad endocéntrica. Ya afirmaba Wittgenstein que los límites del lenguaje son los límites del pensamiento.

Claramente no soy experta en lingüística, pero como lo es para todas y todos, el lenguaje es la herramienta cotidiana para hacerme presente ante el mundo, así que finalmente concluyo que el tema no termina aquí, sino la discusión de este apenas ha comenzado y si no me cree le invito a que abra el debate, de primera mano con sus amigues, compañeres o hijes, a ver que le dicen al respecto.


La autora es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional por El Colegio de la Frontera Norte, tiene la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Vasco de Quiroga. Se ha desarrollado en el ámbito audiovisual en medios públicos y privados como generadora de contenidos y a nivel directivo. Dirige la Casa Productora Kodia Multimedios, sus líneas de trabajo se orientan a la difusión de la problemática migrante, la promoción de la cultura y las tradiciones de Michoacán, así como la prevención de la violencia contra las mujeres.

Ha colaborado para la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en la realización de talleres de producción audiovisual para la divulgación de la ciencia, a través del departamento de Divulgación Científica.

Sus producciones se han difundido en cadena nacional y señal internacional a través de canal 22 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Mexicanal en Estados Unidos, y la Red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México.

Es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional, El Colegio de la Frontera Norte.

¿Y usted, usa el lenguaje inclusivo en la vida cotidiana? Si, me refiero al lenguaje no sexista cuyo tema trae consigo acalorados debates, tensiones y controversias entre las llamadas autoridades del uso correcto de la lengua y las organizaciones que pugnan por la importancia del discurso adecuado para hacer visible tanto al género femenino como a los grupos no binarios que arremeten en contra del uso del masculino inclusivo.

Sí, son muchos términos que de los que habría que estar al tanto si es que somos conscientes de la importancia que tiene el uso del lenguaje en la vida cotidiana, en distintos entornos y bajo diferentes contextos que atraviesan las situaciones en los que estamos inmersos, ya sea la política, el ámbito educativo, laboral o en el íntimo espacio de nuestros hogares.

Entiendo bien que muchas personas piensan que abordar este tema es una bobería, y no solo por el uso cada vez más frecuente del desdoblamiento del lenguaje al referirnos específicamente al género masculino y al femenino que es utilizado sobre todo cuando estamos en el ámbito público. Recordará usted aquello de chiquillos y chiquillas, que de pronto nos causaba risa o enojo, tolerable quizá, pero que es posible no llegara al grado de la incomodidad que de pronto surge con el uso de la “e”, que emerge por cierto como una alternativa gramatical para no especificar al hablar, a ninguno de los dos sexos y que sirve para incluir a aquellas personas que no se sienten identificadas ni como hombres ni como mujeres, ¿sabía usted eso? Pues yo no.

La inquietud para tocar este tema me vino a la mente cuando impartía una clase sobre imagen pública a nivel de posgrado y el programa incluía abordar el lenguaje inclusivo, y no solo desde el punto de vista gramatical, sino también desde la perspectiva ideológica. ¡Qué mejor oportunidad para abrir el debate sobre el lenguaje inclusivo, pensé! Porque si, la escuela es el espacio ideal para conversar sobre las resistencias o las adaptaciones de la sociedad a las innovaciones de la lengua, y de la importancia que conlleva esta discusión, porque como usted sabe, las palabras cimientan y edifican nuestra concepción del mundo, y en el entorno social crean y refuerzan estereotipos o viceversa, por decirlo de una manera muy sencilla.

Citaré las mesas de análisis de los medios de comunicación en los que se aborda una y otra vez el interés que tiene la comunidad estudiantil para entrar en el debate y tratar de comprender cuál es el uso “correcto del lenguaje” a nivel gramatical, que les permita obtener elementos para decidir desde esta visión de no la discriminación que uso darán a las nuevas prácticas orales. ¿Hay interés sobre el tema? Por supuesto que lo hay, y no solo en los grupos etarios jóvenes, quienes por cierto tienen menor resistencia a utilizar la “e”. Me refiero por ejemplo a palabras como les, todes, amigues, nosotres o hijes, y que son palabras que conceden el reconocimiento a la identidad de los grupos no binarios.

Reconozco que a mí me suena extraño el uso de la “e” para artículo, adjetivos o sustantivos, sin embargo, esta propuesta dista de ser nueva en el idioma español, de hecho, tiene su antecedente concretamente en España en 1976 cuando el Ing. Álvaro García Meseguer proponía el uso de la “e” como marcador del género común:

” Como las desinencias en “o” y en “a” son, en la mayoría de los casos, las propias del masculino y el femenino, una solución sencilla consiste en asignar la desinencia en “e” al género común, es decir, a la persona. Así́, cuando une se dirija a un grupo en una conferencia, en una carta circular, etc., podrá́ comenzar diciendo” querides amigues”. Les trabajadores podrán escribir en sus pancartas reivindicativas “estamos hartes de ser explotades”. Les polítiques podrán llamar compañeres a sus partidaries. Les progenitores podrán educar a sus hijes más fácilmente en forma no sexista. En los periódicos, los anuncios por palabras solicitarán une cocinere, une abogade o une secretarie” (Mesenguer, 1976).

Asimismo, Mesenguer sostenía que en castellano se usa el género gramatical masculino “todos” para referirse a la persona, independientemente de su sexo, lo que lleva a una duplicidad en el significado de las palabras en el que siempre había una ocultación de la mujer, al mismo tiempo que una masculinización rutinaria de la mente.

Actualmente es posible conocer algunos datos interesantes sobre las actitudes que países como Chile y Suecia tienen hacia el uso lenguaje incluyente. Mediante el estudio “Lenguaje inclusivo. Navegando entre mitos, temores y realidades”, llevado a cabo por la Universidad de Lineo en Suecia, es posible saber que las mujeres tienen una actitud más positiva que los hombres hacia el desdoblamiento discursivo, como “bienvenidas y bienvenidos” y al uso de la “e” como en “todes”. El estudio reveló también que existía mayor resistencia en los hombres para adoptar este lenguaje. En la encuesta hubo quienes expusieron que esta forma de hablar era una moda que tendería a desaparecer, además de que se tenía la percepción de que el lenguaje inclusivo era perjudicial.

A propósito, ¿usted qué piensa al respecto? Porque la Real Academia Española (RAE) aclara que usar la letra “e” en el lenguaje inclusivo está de más (El Financiero, julio 10, 2021).

Al respecto opino que todas y todos somos quienes hacemos posible la conversación y le damos sentido al significado de las palabras. Por supuesto reconozco la carga ideológica en el discurso y las relaciones de poder que están plasmadas en las convenciones sociales en este diálogo público, en donde la política en su sentido amplio transita, legitimándose a su vez en el poderoso mundo de los medios de comunicación masiva, terreno desde donde abordé una valiosa charla con la comunicadora Gabriela Sosa Martínez, de Radio Educación, un medio público regido por políticas orientadas a la promoción de la cultura y la educación en México.

Precisamente por ser los medios de comunicación instrumentos para la reflexión a partir de los contenidos que emiten, la forma en que se abordan los temas y qué lenguaje se utiliza para decir las cosas es que Gabriela Sosa, conductora de amplia trayectoria, comparte su experiencia en la práctica del lenguaje inclusivo en los programas que conduce en Radio Educación:

“Creo que el lenguaje incluyente es una variante dialectal del idioma español y no puedo juzgar si es correcto o incorrecto, lo que sí puedo hacer es abrir un hueco en mi mente para abrir mi horizonte y entender, por ejemplo, que el usar el “elles”, que antes no existía, ahora está presente y que no significa ni femenino ni masculino, ya hay esa otra ventana para entendernos. A mí me ha constado trabajo. Yo como hablante, que pretende mantener más puro el castellano me ha costado incluirlo en mi lenguaje. Estamos viviendo un proceso de evolución del lenguaje y tratamos de adaptarnos. Si nos estamos adaptando. Cuando esto surgió yo lo veía como una broma, después como algo curioso y ya después me asusté, pero ahora digo que está bien, entiendo que es una evolución, un caminar hacia adelante. A mí lo que me da un poco de miedo no es el usar el “elles”, si se usa o no se usa, sino que estemos volteando para atrás y empecemos a hacer una serie de cosas raras como reescribir novelas clásicas tratando de usar lenguaje incluyente y no sexista, tratando de no llamar “Toña la negra” a “Toña la negra”, ese tipo de cosas que ya no van a tener sentido y que van a cambiar nuestros conceptos culturales, eso hasta coraje me da. Es ahí donde ya no estoy de acuerdo. Los nuevos productos culturales como la música, el teatro, la literatura, deberán tener más cuidado con el lenguaje incluyente, porque es lo nuevo, lo que están reflejando estos tiempos, habrá que aprender a crear de otra manera”.

Es claro que hablar de este tema motiva a la discusión y cuando se aborda a la palabra escrita en su modalidad de incluyente se levantan voces como la del escritor Mario Vargas Llosa que en el campo de la lengua es muy claro cuando manifiesta su postura acerca de esta libertad para crear, “a la lengua no se le pude forzar”, según dice.

“El lenguaje crea realidad, modifica realidades”, comenta el exministro Arturo Zaldívar, “El lenguaje inclusivo no pretende ser correcto. Todo lo contrario, pretender cambiar la realidad y desafiarla” (Suprema Corte de la Nación, 2021).

Al respecto me pregunto si cuando se refieren al uso correcto del lenguaje se hace alusión a la construcción gramatical o a la parte discursiva, es decir al contenido del mensaje ¿Se puede separar gramática de discurso? Cómo se advierte hablar del lenguaje inclusivo y no sexista es adentrarse en un terreno escabroso porque hay opiniones encontradas, pero en donde es indiscutible que independientemente de las ideas que pudiesen sonar radicales para la modificación morfológica de la lengua, existe de fondo el trabajo por el reconocimiento social de que la discriminación lingüística existe, que ha perpetuado patrones y estereotipos, invisibilizando a la mujer y excluyéndola, como lo ha hecho con el género no binario. Es injusto vivir en una sociedad endocéntrica. Ya afirmaba Wittgenstein que los límites del lenguaje son los límites del pensamiento.

Claramente no soy experta en lingüística, pero como lo es para todas y todos, el lenguaje es la herramienta cotidiana para hacerme presente ante el mundo, así que finalmente concluyo que el tema no termina aquí, sino la discusión de este apenas ha comenzado y si no me cree le invito a que abra el debate, de primera mano con sus amigues, compañeres o hijes, a ver que le dicen al respecto.


La autora es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional por El Colegio de la Frontera Norte, tiene la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Vasco de Quiroga. Se ha desarrollado en el ámbito audiovisual en medios públicos y privados como generadora de contenidos y a nivel directivo. Dirige la Casa Productora Kodia Multimedios, sus líneas de trabajo se orientan a la difusión de la problemática migrante, la promoción de la cultura y las tradiciones de Michoacán, así como la prevención de la violencia contra las mujeres.

Ha colaborado para la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en la realización de talleres de producción audiovisual para la divulgación de la ciencia, a través del departamento de Divulgación Científica.

Sus producciones se han difundido en cadena nacional y señal internacional a través de canal 22 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Mexicanal en Estados Unidos, y la Red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México.

Es egresada de la Maestría en Estudios de Migración Internacional, El Colegio de la Frontera Norte.