La crisis del agua en México está alcanzando un punto crítico, y aunque la industria privada a menudo es señalada como responsable, la realidad es mucho más compleja. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) revela que el 76 por ciento del agua en México se destina al sector agrícola, mientras que la industria consume solo el 5 por ciento. Este dato cambia la narrativa y plantea la verdadera cuestión: ¿dónde está el problema? Si el país quiere enfrentar la sequía de forma efectiva, es necesario replantear prioridades y atacar las raíces de este desequilibrio.
La presión sobre los recursos hídricos es enorme. México ocupó el lugar 139 de 178 en el índice de estrés hídrico global de 2020, según el World Resources Institute. Un índice de 44.8 por ciento, como el que tiene México, indica que casi la mitad del agua disponible es utilizada para consumo, lo que implica un alto nivel de estrés hídrico. Este panorama se debe a factores como el crecimiento poblacional, la sobreexplotación de acuíferos y la contaminación. Sin embargo, el gran reto sigue siendo la agricultura, que consume la mayor parte del agua con métodos obsoletos e ineficientes. Y, por si fuera poco, el cambio climático complica más el escenario, trayendo sequías prolongadas y lluvias torrenciales que no alivian la crisis de fondo.
En marzo de 2024, 163 municipios sufrían sequías extremas o excepcionales, un dato inédito si se compara con 2016, cuando ningún municipio llegó a esos niveles, según Conagua. Las cifras evidencian la urgencia de tomar acciones concretas. Modernizar la infraestructura, capturar y almacenar agua de lluvia, e incluso explorar opciones como la desalinización, ya no son ideas a considerar a futuro; son necesidades del presente.
La agricultura es el gran reto. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es clara: "El riego por goteo y la agricultura de precisión se perfilan como soluciones indispensables". Con una población que podría alcanzar los 134.5 millones de habitantes en 2030, México debe modernizar sus prácticas agrícolas para asegurar alimentos sin agotar sus recursos hídricos.
Pero la responsabilidad no es solo de los agricultores. La gestión del agua requiere un compromiso colectivo. Además, la industria privada está lejos de ser el villano; de hecho, ha demostrado ser parte de la solución. Un ejemplo es el proyecto Aguas Firmes, promovido por Grupo Modelo, la Cooperación Técnica Alemana y la Industria Mexicana de Coca-Cola. "El proyecto Aguas Firmes ha implementado medidas de reforestación y tecnologías de riego eficiente", explica Grupo Modelo. Estas iniciativas no solo buscan mejorar la gestión del agua, sino también implicar a las comunidades locales, mostrando que la cooperación público-privada puede ser una herramienta poderosa para enfrentar la crisis.
La infraestructura hídrica también es un punto clave. Según el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), se requieren 49 mil millones de pesos anuales para mejorar plantas de tratamiento de aguas residuales y redes de distribución. "Esta inversión es esencial para reducir las pérdidas de agua por fugas y minimizar la contaminación que afecta al 60 por ciento de los cuerpos de agua en el país". La inacción frente a esta situación tendrá costos mucho más altos que la inversión necesaria.
La crisis del agua en México no puede resolverse buscando culpables.