/ sábado 23 de septiembre de 2023

Cuestión de sensatez: Aprovechar el conflicto y mejorar. ¿Lo que digo es bueno? ¿Es cierto? ¿Sirve para algo?

El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo Antoine de Saint-Éxupery

Vivimos tiempos de polémica, agitación política, descalificación, desconfianza y exacerbada confrontación. Seguimos en un proceso comunitario de aprendizaje ante la utopía de la democracia.

Con frecuencia invertimos nuestro tiempo en comentar sucesos, hacer análisis y críticas a la ligera de los acontecimientos, pero sobre todo de las personas. Evaluamos con precisión e implacable juicio el actuar de los demás, sus modos, sus expresiones, sus convicciones y hasta sus formas de pensar, omitiendo en ocasiones el uso sensato del “triple filtro”.

Siempre habrá un punto positivo que destacar, recordando que es mejor callar si lo que vamos a decir… no es bueno, ni cierto, ni útil.

Procuremos (hasta donde se pueda) tener en la mente y en los labios una palabra positiva para destacar las cualidades de los demás, exaltar justamente sus avances, sus logros y sus momentos exitosos, sobre las malas e inevitables erróneas actuaciones.

Que nuestra voz sea el medio que transmita el sentido positivo que toda persona o agrupación tienen a pesar de que nuestras acostumbradas evaluaciones rigoristas quieran negarlo; es cuestión de sensatez. Así lo señaló Confucio: “El que habla en exceso y sin cordura raras veces pone en práctica lo que dice. El hombre noble nunca teme que sus palabras superen a sus obras”.

La sensatez está asociada a la cordura, al entendimiento, al raciocinio y a la prudencia.

La insensatez y la falta de cordura generan irremediable violencia.

Son valores imprescindibles para la vida profesional y también para la convivencia cotidiana que pueden solventar apremios, diferencias, malos entendidos y situaciones conflictivas.

La cordura re-expresada en sensatez, es una de las más valiosas herramientas del trato humano y reflejo natural de la formación integral… de la educación holística que no sólo se asocia al cúmulo de conocimientos adquiridos en la vida o en el trabajo, sino a los rasgos y dimensiones que hacen digna a la persona.

La sensatez refiere la capacidad que tenemos los seres humanos de actuar racionalmente, guiándonos por el sentido común y por la utilización de la verdad; entonces, una persona sensata no sólo dice la verdad de manera honesta y correcta, sino que además se maneja en su vida absteniéndose de protagonizar emociones incontrolables como el odio, la amargura, la pasión o la violencia.

Desde temprana edad es menester trabajar en la construcción del imperio de la cordura y de la sensatez. No justifica al infante, ni al joven, la actitud arrebatada; mucho menos a quien ya se ha consolidado en una profesión cuya edad lo ubica en el territorio de la madurez.

Un ejercicio a practicar de manera permanente es la cordura, dando paso a la sensatez con natural alternancia. Favorecerá el encuentro y la justicia.

Es común rehuir a las situaciones que aparecen problemáticas; somos proclives al “efecto avestruz”, es decir, pensamos que, al esconder la mirada de los conflictos, ejercemos una especie de solución. En realidad, eso significa sólo una apariencia, una omisión…una falsa puerta.

En las escuelas de negocios, suele enseñarse el principio del “aprovechamiento del conflicto”. Un evento problemático nos puede colocar en la vía de mejores panoramas, cuando derivado de un análisis crítico, sereno y objetivo se generan cursos alternativos de acción que transforman realidades.

Es entonces cuando resulta incluso de gran beneficio el hacer plena conciencia de los problemas, poniéndolos al descubierto quizá después de haber tocado fondo en una situación de profundo conflicto.

La vida, es en sí un interesante problema. Los problemas de todos los días son razón de vida y reto que nos mueve

Surge la claridad y la necesidad de hacer cosas diferentes. Gran maestra es la crisis cuando se sabe sacar partido de los episodios de fracaso; capitalizando los desaciertos con mesura, serenidad y actitud propositiva.

Terapeutas familiares, estudiosos de las relaciones interpersonales y de las desavenencias matrimoniales, sugieren la creación de situaciones de conflicto que sometan a las parejas a un estado de sacudimiento emocional que permita el viraje del rumbo en sus vidas, muchas veces contaminadas por el aburrimiento y la rutina; por la costumbre y la falta de emotividad.

Un conflicto no tiene por qué ser necesariamente algo negativo dentro de la familia o de la organización. Bien manejado, el conflicto suele llevarnos a un escenario y expectativa de progreso y en trampolín para la armonía.

La clave está en asumir que el conflicto existe como parte de la realidad. Habrá que aprender a convivir con esos problemas y aún más, proponerse siempre … ¡a superarlos!

“Los problemas son las herramientas que permite el Creador para que sucedan cosas mejores”.


Dr. en Educación. J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector

Universidad La Salle Morelia

jve@ulsamorelia.edu.mx


El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo Antoine de Saint-Éxupery

Vivimos tiempos de polémica, agitación política, descalificación, desconfianza y exacerbada confrontación. Seguimos en un proceso comunitario de aprendizaje ante la utopía de la democracia.

Con frecuencia invertimos nuestro tiempo en comentar sucesos, hacer análisis y críticas a la ligera de los acontecimientos, pero sobre todo de las personas. Evaluamos con precisión e implacable juicio el actuar de los demás, sus modos, sus expresiones, sus convicciones y hasta sus formas de pensar, omitiendo en ocasiones el uso sensato del “triple filtro”.

Siempre habrá un punto positivo que destacar, recordando que es mejor callar si lo que vamos a decir… no es bueno, ni cierto, ni útil.

Procuremos (hasta donde se pueda) tener en la mente y en los labios una palabra positiva para destacar las cualidades de los demás, exaltar justamente sus avances, sus logros y sus momentos exitosos, sobre las malas e inevitables erróneas actuaciones.

Que nuestra voz sea el medio que transmita el sentido positivo que toda persona o agrupación tienen a pesar de que nuestras acostumbradas evaluaciones rigoristas quieran negarlo; es cuestión de sensatez. Así lo señaló Confucio: “El que habla en exceso y sin cordura raras veces pone en práctica lo que dice. El hombre noble nunca teme que sus palabras superen a sus obras”.

La sensatez está asociada a la cordura, al entendimiento, al raciocinio y a la prudencia.

La insensatez y la falta de cordura generan irremediable violencia.

Son valores imprescindibles para la vida profesional y también para la convivencia cotidiana que pueden solventar apremios, diferencias, malos entendidos y situaciones conflictivas.

La cordura re-expresada en sensatez, es una de las más valiosas herramientas del trato humano y reflejo natural de la formación integral… de la educación holística que no sólo se asocia al cúmulo de conocimientos adquiridos en la vida o en el trabajo, sino a los rasgos y dimensiones que hacen digna a la persona.

La sensatez refiere la capacidad que tenemos los seres humanos de actuar racionalmente, guiándonos por el sentido común y por la utilización de la verdad; entonces, una persona sensata no sólo dice la verdad de manera honesta y correcta, sino que además se maneja en su vida absteniéndose de protagonizar emociones incontrolables como el odio, la amargura, la pasión o la violencia.

Desde temprana edad es menester trabajar en la construcción del imperio de la cordura y de la sensatez. No justifica al infante, ni al joven, la actitud arrebatada; mucho menos a quien ya se ha consolidado en una profesión cuya edad lo ubica en el territorio de la madurez.

Un ejercicio a practicar de manera permanente es la cordura, dando paso a la sensatez con natural alternancia. Favorecerá el encuentro y la justicia.

Es común rehuir a las situaciones que aparecen problemáticas; somos proclives al “efecto avestruz”, es decir, pensamos que, al esconder la mirada de los conflictos, ejercemos una especie de solución. En realidad, eso significa sólo una apariencia, una omisión…una falsa puerta.

En las escuelas de negocios, suele enseñarse el principio del “aprovechamiento del conflicto”. Un evento problemático nos puede colocar en la vía de mejores panoramas, cuando derivado de un análisis crítico, sereno y objetivo se generan cursos alternativos de acción que transforman realidades.

Es entonces cuando resulta incluso de gran beneficio el hacer plena conciencia de los problemas, poniéndolos al descubierto quizá después de haber tocado fondo en una situación de profundo conflicto.

La vida, es en sí un interesante problema. Los problemas de todos los días son razón de vida y reto que nos mueve

Surge la claridad y la necesidad de hacer cosas diferentes. Gran maestra es la crisis cuando se sabe sacar partido de los episodios de fracaso; capitalizando los desaciertos con mesura, serenidad y actitud propositiva.

Terapeutas familiares, estudiosos de las relaciones interpersonales y de las desavenencias matrimoniales, sugieren la creación de situaciones de conflicto que sometan a las parejas a un estado de sacudimiento emocional que permita el viraje del rumbo en sus vidas, muchas veces contaminadas por el aburrimiento y la rutina; por la costumbre y la falta de emotividad.

Un conflicto no tiene por qué ser necesariamente algo negativo dentro de la familia o de la organización. Bien manejado, el conflicto suele llevarnos a un escenario y expectativa de progreso y en trampolín para la armonía.

La clave está en asumir que el conflicto existe como parte de la realidad. Habrá que aprender a convivir con esos problemas y aún más, proponerse siempre … ¡a superarlos!

“Los problemas son las herramientas que permite el Creador para que sucedan cosas mejores”.


Dr. en Educación. J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector

Universidad La Salle Morelia

jve@ulsamorelia.edu.mx