El deseo de luz produce luzHay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención Weil Simon
Comparto este magnífico escrito con la “descripción de la vida del silencio” que el gran Pablo d´Ors nos ha legado.
Aquí sus frases sencillas y hondas:
“La simplicidad del método: sentarse, respirar y acallar los pensamientos.
La intuición de que el camino de la meditación silenciosa nos conducirá al encuentro consigo mismos, es algo poderoso. Todo egocentrismo muestra su ridiculez e inviabilidad.
Vivir demasiadas experiencias suele ser perjudicial. El ser humano está hecho para la calidad y no tanto para la cantidad. La tempestad de las experiencias: los seres humanos preferimos las olas, pero ellas no son vida, son sólo vivacidad. Nuestras experiencias suelen ser competir con la vida. La meditación nos concentra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser.
El ser humano empieza a vivir en la medida en que deja de soñar consigo mismo. La clave de todo está en la magnanimidad del desprendimiento. El arte, el amor y la meditación funcionan así. Es importante confiar.
La meditación es una práctica de la espera. Todo es cuestión de fe. Meditamos para tener fe en la meditación. Tanto más crecemos como personas, cuanto más nos dejamos de asombrar por lo que sucede. La meditación ayuda a recuperar la niñez perdida. Cuando meditamos empezamos a escuchar el verdadero sonido del mundo. Cada vez que nos arrojamos al mar…nos encontramos.
Es muy absurdo condenar la ignorancia pasada desde la sabiduría presente.
Gracias a la meditación podemos descubrir que no hay yo y mundo, sino que mundo y yo son una misma y única cosa. Lo que realmente mata al ser humano es la rutina; lo que lo salva es la creatividad.
Participar de ese cambio continuo que llamamos <vida>, ser uno con él, esa es la única promesa sensata de felicidad. Lo difícil no es meditar; lo difícil es querer meditar.
No se trata de soñar despierto, sino de estar despierto. Quien abandona la quimera de los sueños entra en la patria de la realidad. Y la realidad está llena de olores y texturas, de colores y de sabores que son de verdad.
El amor de pareja requiere de una extraordinaria e infrecuente madurez. En el amor auténtico no se espera nada del otro. Nos pasamos la vida manipulando cosas y personas para que nos complazcan.
Tanto el arte como la meditación nacen siempre de la entrega, nunca del esfuerzo. Y lo mismo sucede con el amor. El respeto es el primer signo del amor.
La capacidad de observación es la madre de todas las virtudes. Ganaríamos mucho si en lugar de enjuiciar las cosas, las afrontáramos.
Mirar y sonreír es la clave para la transformación. Lo que nos hace sufrir son nuestras resistencias a la realidad. La meditación es el arte de la rendición; es una escuela de apertura a la realidad. A los seres humanos nos caracteriza un desmedido afán de poseer cosas, ideas y personas… ¡somos insaciables!
“Hemos sido unos vagabundos, pero podemos convertirnos en unos peregrinos”.
Hacer meditación es ese momento en el que salimos. Es descubrir que la puerta nunca se ha cerrado, que somos nosotros quienes le ponemos doble llave.
Los sueños por lo general no son propiamente nuestros, los tomamos prestados, por eso se desmoronan fácilmente.
El verdadero problema son nuestros falsos problemas; por eso nos cuesta tanto abandonarlos. Cada quien es su mayor obstáculo. Los obstáculos pueden ser oportunidades para avanzar en la vida.
Es increíble la habilidad que tenemos para culpar a nuestro trabajo de la falta de creatividad; a nuestros padres de un mal rasgo de carácter; a nuestros hijos de toda renuncia a las aspiraciones personales.
Iniciarse en la meditación favorece el dejar de culpar a los demás y ofrece un camino directo para el autoconocimiento y la interiorización. Hablar de la propia vulnerabilidad es la única forma de que los demás nos conozcan verdaderamente y, en consecuencia, que puedan querernos.
La meditación es el método para desenmascarar las falsas ilusiones. En la meditación se reconoce que somos sed, no solamente que tenemos sed.
Lo mejor que se puede hacer cuando se tiene un problema es vivirlo.
Para meditar hace falta una extraordinaria humildad. La meditación desenmascara nuestros mecanismos de protección, los proyecta en la pantalla de nuestra conciencia.
La vida es un viaje espléndido…para vivirla hay que evitar el miedo. Meditar es asistir a este fascinante y tremendo proceso de muerte y renacimiento…es el camino del desapego.
Meditemos para ser más fuertes que la muerte. La meditación enseña que la tierra prometida es cada quien. Que la madurez, nos enseña a vivir lo ordinario.
Desde la ancianidad contemplaremos humildes y orgullosos a un tiempo, el pequeño y gran huerto cultivado.
La vida como culto, cultura y cultivo. Para ello habremos de aumentar nuestra fe en la meditación…en el silencio”.
Dr. en Educ. J. Jesús Vázquez Estupiñán
Rector
Universidad La Salle Morelia
jve@ulsamorelia.edu.mx